lunes, abril 25, 2005

Membrete de olvido

Siempre se recurre a la frase de que tiempos pasados fueron mejores. Depende la visión o la forma. Cualquier época tiene períodos de mejoría económica, cultural, política e incluso moral. Creo, depende, del acuerdo social o las ventajas que se aporten para mejorar la vida de los habitantes de cualquier tiempo. En la historia del proceso civilizatorio la cultura es el eje para el desarrollo de la vida en sociedad. Pero no se confunda la connotación exclusivista de “cultura” como la idea que vaga en torno a la cofradía de respingados que beben martinis y se atragantan de canapés en las inauguraciones de pintura abstracta o esas extravagancias.
La cultura como eje rector está constituida por tres partes que sitúan en balance a una sociedad. Es decir: arte, ciencia y tecnología. Un desarrollo social óptimo supone a las tres funcionando en correspondencia. La ciencia nutre al conocimiento, tanto su preservación como su avance; la tecnología es la base sobre la que descansa la aplicación del conocimiento, cualquier teoría que se demuestra pasa al empleo a favor del hombre, la capacidad, pues, de transformar y manipular la naturaleza. Por ejemplo las nuevas vacunas o los avances en la medicina nuclear. El arte, que conduce a la apreciación estética; es la manifestación de la esencia creativa del hombre, que jamás ha tenido que ser por fuerza algo bello. Tómese como una muestra el performence, que es un híbrido al que muchos no terminamos de comprender.
Pero que los ejes rectores de la sociedad, en ocasiones perviertan la función humana demuestra, más que una pérdida de valores, una transformación o cambio en los mismos. El filósofo Gadamer supone tres estadíos en cualquier proceso de evolución social y dice que es la forma en que se corresponden las épocas. Voy por partes. El Barroco es un periodo del arte occidental que surge a consecuencia del cisma en la iglesia católica, cuando Martín Lutero fija en las puertas de la catedral de Worms los postulados de su reforma eclesiástica. Al registrarse la división en la ideología cristiana, los estados —aún no son “naciones europeas”— que apoyan al Papa crean un arte religioso (y después civil) cuyos postulados tendían a exaltar la figura pontificia. De allí viene el nuevo concepto de “demonio” que hasta la fecha conservamos los católicos y la exaltante música de Bach. Pero el Barroco devendría en sus tres estadíos: surgimiento, esplendor y decrepitud (Rococó). Al ocaso de este movimiento lo sustituiría el periodo que se conoce con el nombre de Clásico, que después sería el Ímpetu y Tormenta alemán, y después el Romanticismo... Y así gira la rueda.
¿Quién dijo que los cambios en las ideologías y mentalidades los provoca el arte o la filosofía? Todo cambio obedece a causas lógicas, que no siempre son provocadas por el hombre. Varias heladas provocaron hambrunas que fueron detonantes de guerras europeas, al arruinarse los cultivos era obvia la escasez. El imperturbable Kant explica en su libro La teoría filosófica de la historia, que el pueblo elegido por Dios, en su peregrinar por el desierto —antes de arrebatarles a los cananitas la “tierra prometida”— era convocado por los sacerdotes del Tabernáculo para ser instruidos sobre las decisiones de Yahvé: “Prepárense para la hambruna que viene, es otra prueba de nuestro Dios”. El pueblo se preparaba sin saber que las dotaciones de grano estaban a punto de terminarse. ¿Qué mensaje profético se avecina de parte de los sacerdotes del Tabernáculo mexicano?