viernes, abril 22, 2005

Políticos: payasos mexicanos y su tele

Un reconocido periodista comentaba, hablando del tema de moda, la política mexicana, que si a los actores que hacen el programa cómico de la parodia se intercambiaran por los personajes reales, el experimento sería muy adecuado. En el caso del “gran hermano” decía: pues no estaría mal, porque al menos se tendrían que poner de acuerdo siquiera para ir al baño.
Pero lo cierto es que estos fenómenos televisivos bien merecen analizarse a fondo y observar si cumplen con una función de crítica al sistema político mexicano, la cloaca más grande del mundo, o sólo tiene una finalidad también política. Independientemente de ser fan de alguno de los actores, el consumo de este tipo de programas está destinado única y exclusivamente al entretenimiento. Es obvio que en veinte minutos, bueno, dieciocho si descontamos los créditos de entrada y salida, no puede hacerse mucho, o al menos no se trata de Plaza Sésamo como para que en muy breve tiempo se eduque a la población.
Una verdadera parodia era la que se hacía, por ejemplo, en teatros y carpas populares. No es ningún secreto que muchos de los cómicos estaban bien asesorados o que tras concluir su espectáculo sabían que pasarían algunas horas en la delegación más próxima. Los bellos mozalbetes (esto es una exageración, porque de treinta y tantos no bajarán) de Televisa no son más que imitadores. Y eso no tiene demasiado mérito, a lo largo y ancho del país se ofrecen espectáculos de trasvestis que imitan igual o mejor al modelito que les propongan.
El único “újule” del numerito es que tienen un tiempo aire excelente y sólo eso. Lo que lleva a deducir que los políticos allí retratados están ganando más fama y simpatía que una apatía. Para verdaderas parodias, recuerden por ejemplo al excelente Óscar Chávez. Pero lo que consiguen los bobalicones de Televisa, y sus productores lo saben, es promocionar ante un pueblo desinformado una minimización del caos al que los pleitos y tonterías de la clase política están conduciendo a este país.
Así como el grupo de TV Azteca preparó los vaticinios de una elección presidencial con la producción de una telenovela que recordaba los libros de Luis Spota yHéctor Aguilar Camín; así Televisa se encarga de hacer la carga menos pesada al gran teatro que los payasos de la mentira hacen a la perfección. Veámos sólo a un personaje: Elba Esther Gordillo. El televidente no sabe que se trata de una mujer perversa que ha sabido escalar en un mundo confinado a los hombres, a los machos. Cierto, para llegar a esas alturas no se tiene que ser buena gente, para eso están los conventos. Pero a la hora de la verdad, lo que el público “lee” en el discurso audiovisual es que se trata de una mujer tan fea y patética como escupir la hostia el sábado de Gloria.
Y así podríamos analizar a cada uno de los títeres. Entonces la pregunta es: ¿quién gana con estos programas tan estúpidos?