martes, mayo 24, 2005

Gringos a la romagnola

La bendición papal “Urbi et orbi” se imparte desde la plaza de San Pedro, en la colina vaticana, cada domingo, siempre y cuando el santo padre no ande visitando lo que le falta del planeta. Pero esta bendición, que trasladada del latín al español quiere decir: A la ciudad y al mundo, se debe a los primeros tiempos en que el cristianismo se declara como la religión oficial del imperio Romano, en consecuencia, los papas (y desde entonces) tendrían como residencia fija la ciudad eterna, Roma. Hubo otros papas que no residieron allí, pero es otro cuento y larga historia. De allí se llenaba de gracia a la cristiandad, desde la ciudad fundada por Rómulo y Remo, ombligo del mundo civilizado.
Es a partir del año 500 de la era cristiana cuando el poder del imperio empieza a desquebrajarse. Los bárbaros avanzan desde el Este de Europa y las provincias comienzan a perder fuerza según se verifican las conquistas hasta que, claro, las tropas de Aníbal llegan a Roma y literalmente: no queda piedra firme que aguante las columnas de mármol. Pero esta desintegración del imperio obedece a varios factores, quizá el que más destaca y viene a guiso es el papel que juegan los ejércitos de la otrora poderosa e invencible Roma.
Por los cronistas de la época, sabemos que, por ejemplo, hacia el año 430, uno de los capitanes que cuidaban los territorios de Hispania (lo que hoy conocemos como España) escribió a su familia romana: “Estoy olvidando el latín, llevo aquí catorce años, siete meses y veintitrés días y las costumbres de estos bárbaros nos resultan más comunes que las de Roma. Muchos de los soldados se han casado con mujeres de estas tierras y sus hijos ya no son romanos”... Si la epístola se atribuye a un militar de rango (era imposible que la tropa fuera alfabetizada) ¿qué se esperaba del resto?
La ostensible decadencia de Roma no fueron las orgías y bacanales, eso, más que una causa palpable ya eran los síntomas de los últimos tiempos. Lo que interesa observar es la actitud laxa y cultural de los ejércitos; porque ni los emperadores y el senado estaban con un pie en la línea de fuego y con el otro en las fiestas que de tan depravadas se antojan. El final de aquello fue la pérdida de control de los que ordenaban desde la ciudad eterna a quienes, se supone, tenían dominado a un territorio con la punta de la espada. Ellos fueron quienes introdujeron el latín vulgar (no en el que escribió Virgilio, por ejemplo) a los territorios imperiales y que, al pasar de cinco siglos —aproximadamente,— se convertía en las lenguas vernáculas que hoy conocemos como “romances.” Decía don Quijote de la Mancha que por la hebra se deduce el ovillo. Claro que a la debacle de los ejércitos se sumaron factores tan importantes como el económico y la rebatinga romana por la sucesión de los poderes. Es indiscutible que la caída del imperio norteamericano no está a la vuelta de la esquina; hay quien le da todavía ochenta años de hegemonía... mas por la hebra sabemos que existe un mediano y lejano Oriente que tarde o temprano, tomará su lugar en una historia que de siglos, le han negado validez por ser diferente a la cultura Occidental. Ya veremos, tarde o temprano estamos asistiendo a la indisciplina militar de Goliat a quien el David del Corán le está dando dolores de cabeza, antes de cortársela.