domingo, mayo 29, 2005

La Florencia de Dante

De entre los muros de una ciudad apretada, Florencia subsiste de la era romana como el mero producto de una Edad Media: pequeña, sombría, sin adornos. Será a partir del año mil cuando su crecimiento comienza a desbordarla, pero sin duda, sus habitantes tenían dos ideas muy claras entre ceja y ceja: hacer la guerra o detenerla para hacer dinero.
Pero la llegada al poder, mediante un acuerdo, de las cortes principescas y la burguesía ciudadana provocarán un dominio absoluto sobre las propias regiones. Esto orillará a la creación de organismos que velarán por la igualdad de derechos entre quienes ejercen la industria y el comercio. A su vez, se reconoce como antagónica la presencia de la vieja nobleza, se trata de aminorarla pero la consecuencia más inmediata será la germinación de una clase que si al principio trató de abolir todo el rasgo feudal se convirtió en portadora de un linaje hereditario; pero con intenciones muy bien diferenciadas a las que prevalecían en la mentalidad de una divinidad desplazada.
El poder se concentra en familias, cada una de ellas domina a una ciudad (con su región) y los lazos comerciales se van incrementando a la vez de injertarse en los procesos sociales y en un pueblo que no demanda exclusivamente protección militar sino fuentes de trabajo. Las ciudades italianas de la época crecen bajo la premisa del trabajo y la relativa paz asegurada por un ejército pagado, contratado expresamente para guerrear. Aunque esto no deja ausente la variable universal: domina el más poderoso, el más rico. De tal forma, Florencia queda a la zaga de los Médici, una familia de comerciantes y banqueros.
Pero el Renacimiento como tal no puede ser concebido como la mera unión de nobles y burgueses. Sus causas corresponden sí a un proceso económico que no se desprende en ningún momento del social. Evidentemente es gestado en la región italiana, pues la sanidad económica se debe en primer momento en que fue allí donde se planea la aventura de las Cruzadas. Esto provocaría que ciertos puertos se convirtieran en la puerta de Europa y será donde afluyan las tradiciones de Oriente.
Quizá lo inmediato será el negocio del transporte y la expedición que erige todo un aparato financiero. Esto le permitirá a la burguesía italiana "enmanciparse" del resto de Europa, pues se desarrolló una especie de libre competencia que brindaría las bases suficientes para un destajo de la Iglesia y la participación ciudadana. Además, la tradición clásica (que si bien llegó a considerarse perdida) manaba aún en Italia, los monumentos romanos están diseminados en todas partes y existe una liga que el mismo medievo trata de extender.A estos factores pudiera tachárseles una relativa intrascendencia. Pero el cambio se debe también a que el sistema económico exigirá una novedosa división del trabajo y estratificación social. Las consecuencias se reflejarán en la organización de la técnica comercial y bancaria y en la conducción de métodos de gobierno y por ende negociación.