lunes, mayo 30, 2005

Un cigarrillo más (humo asesino)

Día mundial de no fumar porque la televisión, la radio y los medios impresos se encargan de recordarnos a los millones de fumadores mexicanos que por nuestra culpa unos 50 millones son pasivos y según las deducciones de la Organización Mundial de la Salud, en México, a partir de diez a quince años los problemas en la salud pública crecerán de manera considerable. Las batallas a las que se enfrentará la sanidad que prodiga el Estado irán desde las enfermedades respiratorias (crónicas) hasta el enfisema pulmonar en cuatro de cada diez connacionales.
El hábito de fumar (tabaco, por supuesto) es una de las permisividades sociales más absurdas; quienes lo padecemos sabemos de ello: no sirve de nada, cuesta mucho dinero observándolo desde la fórmula día/mes/año y la salud se resquebraja conforme avanza el vicio. Y desde 1989, la Asamblea Mundial de la Salud designó que cada 31 de mayo se conminara a la población afectada por esta conducta para que haga conciencia y opte por una vida libre de toxinas. En México, desde el gobierno federal hasta los cabildos de los ayuntamientos han puesto el dedo en el renglón y cada vez son menos los sitios públicos donde uno pueda encender un cigarrillo; las multas se suponen gravosas y a pesar de ello, en nuestro país, mueren 147 personas al día con males relacionados con el tabaco (La Jornada. 28.05.05).
A pesar de las prohibiciones existentes el hábito se extiende —ya los psicólogos lo han repetido hasta cansarse— sobre todo en la población joven. Nuestros jóvenes, mucho antes que la necesidad de nicotina y las más de cuatrocientas substancias tóxicas que contiene el tabaco hagan sus berrinches en el cuerpo, relacionan al consumo de cigarrillos con cierta imagen de madurez intelectual y fortaleza física, la imitación al sabio que antes de emitir su veredicto enciende un puro o la del artista que requiere una bocanada de humo para hablar a sus anchas sobre los siguientes conciertos.
Como el negocio de la tabaqueras internacionales es redondo, siempre es muy complicado lograr que constitucionalmente se prohíba el ejercicio de campañas publicitarias; se han logrado “atajos”, pero no la erradicación. Vamos, una cosa es que en televisión ya no observemos a los vaqueros de Montana (por el sitio, no por la marca), a muchachitas lindas de 19 años que enseñan hasta la pantimedias y una sonrisa que luce una dentadura perfecta (a pesar de que suponemos “fuman”) y otra que las campañas producto/cliente no cotinuén desde la tiendita de barrio hasta la mejor plaza comercial. Ceniceros, encendedores, playeras: promociones que el fumador habitual no deja perder, y que los jóvenes (en su afán por sentirse admirados entre su grupo de amigos) no dudan en adquirir.
Los pretextos nos sobran. A quienes sugieren usar los “parches” (por experiencia le puedo decir que sí, son efectivos; pero esto es como las dietas, hay que respetar las instrucciones) reclaman que es un tratamiento costoso. Algunas mujeres argumentan que subirán de peso y los más cínicos salimos con el: “de algo me tengo que morir”. Pero si el dilema es dejar de fumar no está por demás visitar el sitio medicinainformacion.com, que no es el único, pero ofrecen libros electrónicos gratis, con programas para dejar el hábito. Digo, cuesta más trabajo “bajar” el video de moda que un libro diseñado para mejorar la salud.