miércoles, junio 08, 2005

Campo nacional: hilo en el dedo

Agradezco la documentación que el investigador
Adrián Contreras Rodríguez, de Chapingo, me hizo llegar
para la elaboración de este artículo.

La papa es un tubérculo de origen andino con reconocidos valores nutricionales y lucrativos. Según cálculos de los empresarios dedicados al ramo de su comercialización, 1 kilogramo de papas crudas equivale a veinticinco veces más su precio por 1 kilogramo de papas fritas, industrializadas. Lo pagamos y lo seguiremos haciendo, por una cosa es consumirla hervida, sazonada con granos de sal y otra, más exótica, entregarse a los sabores químicos que las hacen una tentación casi irresistible… Aún recuerdo que en una obra de teatro escolar, esas que pasan sin pena ni gloria, los jóvenes actores interpretaban a unos campesinos que se maravillaban de ver cómo existía un cachivache que podía recibir una papa (cruda) y procesar cinco bolsas de sabritas.
Aquella situación teatral despertaba la sonrisa del público. Sobre todo porque la interpretación de los jóvenes orillaba a remarcar la imagen del campesino absurdo, ignorante, capaz de empeñar a su mujer e hijos con tal de comprar el milagro transformado en hojuelas y envasado en bolsas de papel metálico. Pero si cuestiones como esas despiertan la risa de un auditorio, entonces sí absurdo, y no la consabida indignación que un análisis detallado pudiera causar, significa el grado de desinformación que en las ciudades tenemos con respecto al campo mexicano.
En múltiples ocasiones los analistas políticos señalan que para un campesino es aparentemente más lucrativo prestar su tierra para sembrar droga en lugar de alimentos. Nuestra miopía orilla a que el comentario hecho a la ligera reciba algunas muestras de aprobación y punto. Para evitar los equívocos, los profesionistas dedicados al agro se encargan de mostrarnos que no todo es acusar a los campesinos por su pobreza y al gobierno por su falta de capacidad. Aunque para aterrizar, se destaca que los grandes problemas se achacan a periodos gubernamentales donde el paternalismo del Estado llegó a confundir el papeleo sobre el escritorio como un lugar adecuado para la siembra.
Las políticas adoptadas por el gobierno mexicano, con respecto a la posible industria agrícola, fueron diseñadas sin un verdadero diagnóstico de las necesidades que tenía cada región del país. Se echó tabla rasa y para los múltiples países que conforman México, pretendieron aplicar una sola medicina: la reforma agraria. El resultado fueron inexactitudes que llevaron desde un reparto masivo (que a la postre acabó en la fractura de zonas “ricas”) hasta el monopolio de siembras únicas en terrenos fértiles, o viceversa. Los agricultores partieron de la idea de entrar a un mercado competido pero sin las herramientas de comercialización e incluso, sin una correcta información para el buen rendimiento de sus sembradíos. Es decir, los tecnócratas participaron con ideas y los campesinos con su fuerza laboral. Una desinformación por ambas partes y claro, una imposibilidad de reconciliación, pero donde perdieron los que no estaban tras los escritorios.
Los marcos legales y jurídicos son hartos. Los 20 millones de hectáreas en que se practica la agricultura mexicana pueden, con políticas bien encaminadas, lograr situaciones de suficiencia e incluso, altos rendimientos. Y esto considerando el vuelco que el reparto poblacional ha sufrido en los últimos 90 años. Se calcula que para 1920 el 20 por ciento de los mexicanos vivía en zonas urbanas. Las estadísticas actuales marcan que para 2005, es el 25 por ciento de la población es la que pertenece al medio rural. Los millones de habitantes de casi una centuria a la otra los podemos deducir en los porcentajes de la población total. A partir del año 2000 comienza a conformarse una sociedad rural menos dependiente, dinámica y autogestiva. Pero mientras los ochenta millones de mexicanos no cobren conciencia de que para existir el milagro de las hojuelas en las bolsas de papel metálico, es necesario el impulso a esos aproximadamente 20 millones, el gusto de la papa cambiará por el del unisel. Pese a los apoyos, la fuerza laboral agraria de México opta por la migración. ¿Quiere decir que en el país el campo ya no se producirá?