lunes, junio 06, 2005

Libre expresión a la mexicana

Si el compromiso de las personas que laboramos en la prensa y en los medios de comunicación es claro, siempre debemos comprenderlo de una manera genuina: que estamos para informar lo que sucede y que sea de interés general. Fuera de ese código ético —no escrito— el resto son adornos y palabrerías.
El problema mayúsculo no es que en la actualidad nos enfrentemos a las cortapisas que antaño surgían en los lúgubres pasillos del poder. En México las cosas han cambiado, y en parte se debe a la tecnología, pues nos permite procesar y enviar información de una manera muy rápida y en ocasiones, casi imperceptible. Los tan cacareados blogspot, antes de ser empleados para tareas “culinarias” tuvieron su punto de éxito con posibles noticias que por líneas editoriales el mismo reportero sabía que su medio no publicaría. Y surgió a partir de las guerras en Medio Oriente, mientras los “colegas” supieran la ruta de acceso, podían entrar a leer y ver las atrocidades cometidas por el ejército estadounidense. Por dar un ejemplo de tantos.
Aunque en México, si bien comenzamos a gozar de una verdadera libertad de expresión, nuestros intentos por servir e informar a la población sobre aquellos asuntos que en verdad aquejan a una sociedad, se ven minimizados. Y esto no se debe a que las empresas informativas carezcan de objetividad (que es una parte de la gran epidemia) sino que nuestros espacios son literalmente acaparados por la pésima función circense que montan los gobernantes en turno.
¿Hay notas que importan más que la política nacional? Bueno, habrá que plantear de nuevo la pregunta: ¿a la población le interesa corroborar que sus impuestos son empleados para retirar lodo y podredumbre que enzolva las cañerías del sistema supuestamente democrático (y abierto) en que vivimos? Porque ahora y siempre hemos dado por hecho que nuestros impuestos sirven para que los funcionarios devenguen sueldo y si sobra, pues también alcanzará en obras destinadas al mejoramiento de un país rico, cierto, pero con una mayoría que vive en una pobreza aplastante.
Motivos como los enunciados obligan a que los posibles electores (quienes deciden quién gobierna) y lectores (quienes abren las páginas de un periódico) se desencanten de un sistema cuyo devenir sólo puede encerrarse en el populismo. Además, gracias a las exageraciones de la cinematografía fantástica, observar las imágenes de un cuerpo en descomposición encontrado en ciudad Juárez y las declaraciones de impertinentes que no salen a calle sin guaruras de por medio, logran que la violencia se minimice. Los medios no tenemos la posibilidad de mostrar el momento que ocurre un asesinato con movimientos de cámara, acercamientos y una perturbadora música de fondo. Y esto porque el único reportero del que yo tenga memoria, que a los segundos de ocurrir la catástrofe estaba en el sitio, era Clark Kent, y todo porque llegaba disfrazado con el mameluco de superman. Cuando la ficción supera a la realidad es muy complicado declararle a la población que tratamos de aprovechar la libertad de expresión en una tierra de telenovelas, de mamarrachos que se encierran en la casa del gran hermano, de industrias a punto de la quiebra por la piratería y de gobernantes imbéciles.