jueves, junio 30, 2005

Y los negros, ¿de qué color son?

La caricatura mexicana y cualquier forma de expresión de la gráfica nacional merecen los impulsos de instituciones como la del Servicio Postal Mexicano, por ejemplo. El año pasado la serie comenzó con la emisión de timbres postales que reproducían a los burrones, aquellos entrañables personajes que creara Gabriel Vargas. Y este año se imprimen unos setecientos cincuenta mil con la figura de Memín Pinguín, creación de la exitosa Yolanda vargas Dulché. Loable, por supuesto. Que los coleccionistas (filatélicos) ya enloquecieron con el asunto de las estampitas que reproducen al simpático niño negro, pues ya son cuestiones de la especulación y todos aquellos adornos. Para todo hay.
Y como para todo hay, en el país más hipócrita del planeta, el que tiene mayor doble moral, el consumidor número uno de cocaína, o sea el imperio, o sea los Estados Unidos, ya puso el dedo en el renglón. Los grupos afroamericanos y el vocero de la Casa Blanca han dicho que la estampa resulta ofensiva, pues se exageran los rasgos del personaje.
A ver, por partes. ¿Ofensiva una caricatura ideada en 1947? Ahora resulta que el lenguaje es la controversia. Ya no hay cojos ni mancos, sino personas con discapacidades; ya no hay borrachines ni catarros o briagos sino personas afectadas por el alcoholismo; ni maricas ni marimachas, gentes con otras preferencias sexuales; las putas ya no son putas, son sexoservidoras; y lo que es peor, los negros son gentes de color. ¿Entonces de qué color son los blancos? Por Dios, esta división sólo distrae las cosas, las verdaderas nominaciones. A este paso ya no habrá políticos rateros, hijos de la grandísima chingada sino “servidores públicos afectados por la cleptomanía”. Pero en fin, lo que hizo el comentario del funcionario estadounidense ha servido, según los periódicos, para aumentar la especulación sobre el precio de la estampilla.
Las comunidades afroamericanas de los Estados Unidos al centro del debate no hacen sino recalcar el sentimiento de la eterna pérdida. No defiendo al ignorante del presidente Vicente Fox, pero eso de que ya no se pueda decir “negro” a una persona cuya piel es negra, pues bueno, ¿será que ahora debamos nominar al grupo como “raza de color”? ¿Es una cuestión de intransigencia o bien de una moral tan endeble que se afecta por el uso de las palabras? Las estampillas mexicanas son racistas, por favor. Entonces resulta que los condones de moda, de color negro, deben retirarse porque los hombres blancos, cuando los usan, fantasean con su falo “negro”.
¿Cuál es la ofensa? Ojos grandes, labios carnosos y orejas muy visibles. No puedo creer que un personaje creado hace más de cincuenta años ponga en vilo y tenga implicaciones, incluso, diplomáticas. A ver, el embajador de México en los Estados comentó que: “tal como en México jamás se ha interpretado a Speedy González de manera racial, la imagen de Memín Pinguín no tiene ni significado ni intención de ofender a alguien”. No tienen por qué sorprenderse ni apabullarnos. Los Estados Unidos, como responsables de la dominación de mentalidades son los que nos han embarrado los genotipos raciales en todo el planeta. Ahí tienen los inocentes dibujitos de la Disney, ¿a poco los españoles se ofendieron porque el filme que contaba la historia de El Dorado los retrataron avariciosos? Fue la conquista. ¿O no? Pero bueno, tengan buen fin de semana y si encuentran un Memín, léanlo y diviértanse, pero no se les ocurra llevarlo en su viaje a los Estados Unidos, lo pueden madrear apenas llegue al aeropuerto.