martes, septiembre 20, 2005

Cátedras inconclusas


Los dedos impregnados de yeso y el semblante oscuro tras una jornada de cinco a seis horas frente a un público más interesado en los dibujos animados y el Nintendo que en las tablas de multiplicar o la tediosa historia de México. La vista cansada de tachar o hacer “palomas” sobre quién sabe ya cuántas pruebas; fotografías recientes y ajadas en el cajón de su escritorio donde luce con los alumnos que por casi cuatro décadas han pasado media infancia entre las aulas. Al fondo de un salón amarillento, iluminado por una bombilla que impregna de un aspecto mortecino a los mesa-bancos, la caja de cartón que resguarda los pantógrafos y a un lado cientos de fojas que reproducen mapas de la república y como pisapapeles una maqueta de plastilina que, con trazos burdos, semeja a la Sierra Madre Occidental.
Cuarto año de primaria. En las paredes descascaradas se percude la manta que una vez pretendió ser un mural donde se deslucen los héroes patrios, una composición del cura Hidalgo entregando un pergamino al mulato José María Morelos y en el cielo granate un águila que sostiene de las garras el pendón en que se lee: “Mas si osare un extraño enemigo, profanad con sus plantas tu suelo.” Junto a la puerta, un ventanal trasluce el patio escolar que aún parece guardar los ecos del griterío durante los minutos del recreo. A un lado del asta la pequeña torre que constante, a las doce treinta en punto de lunes a viernes, soportaba el tañer de una lastimosa campana que anuncian el final de una jornada. ¿Qué más ve el profesor Ayala entre la distorsión provocada por la línea bifocal de sus pesados anteojos?
Ya no interesa lo que vea. Aguarda paciente esa mañana de sábado porque los técnicos instalarán la fibra óptica para el equipo de cómputo. Fue un orgullo que la escuela “Héroes del 47” saliera agraciada en el sorteo que realizara la Secretaría de Educación para completar el programa de una escuela digna. Ahora tendrán una proximidad latente con la tecnología y atrás quedaban los sueños de actualizar la vieja biblioteca. ¿Ya para qué? Según les dijeron en el curso de capacitación que los multimedios resolvían todo: videos, música, biografías a más no poder e incluso juegos didácticos. Y en caso de dudas, para ello estaban los alumnos, los niños se entendían con las máquinas mejor que con los profesores y si echando a perder se aprende, qué más daba. Google como un salvoconducto a las tareas escolares, bendita información que conduce a la ignorancia.
El viejo Ayala siempre negando las ventajas con que corona la vida. Pero la necedad y no otra cosa. ¿Qué perdía con ya no usar más el pizarrón verde y andar por allí dando lástima porque sus dedos morenos estaban siempre blancuzcos? No. El profesor tenía miedo de acribillar con el plumón esa superficie blanca y tersa al tacto, el profesor cavilaba sobre el cuaderno en que hizo sus notas para saber la ruta de acceso a los archivos del ordenador. ¿Y qué diablos? En quince días le resolvían la jubilación y que se quedarán ellos, los jóvenes con sus modernidades.