miércoles, noviembre 30, 2005

Blues, diretes y un autógrafo

Betsy Pecannis era, sin ser escritora o al menos una mujer que cotice al club de los “extraños” una de las presencias más esperadas en los eventos que se organizan dentro del la FIL 2005. Aproximadamente setecientas personas acudieron al concierto blusero que se llamó Libro abierto. Una noche fría que no fue impedimento para que la cantante recogiera, una vez más, las ovaciones de un público ávido de una voz que canta en serio.
Al interior del recinto ferial Eulalio Ferrer recibía el Homenaje al Bibliófilo. El premio es merecido al escritor y publicista de origen español y nacionalizado mexicano, quien durante toda una vida ha declarado su amor por la obra que narra las aventuras del Caballero de la Triste Figura y ha reunido una colección de obras que incluyen desde El ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha hasta libros que tienen que ver con la vida y obra de Miguel de Cervantes. La colección se compone de 1,120 volúmenes y ha servido para crear el Centro de Estudios Cervantinos —190 son ediciones del Quijote, 70 pertenecen a un fondo antiguo (editados entre 1742 y 1905) y el resto se integra por obra crítica. Y bueno, quien haya visitado la ciudad de Guanajuato, también se habrá encontrado con el Museo Iconográfico del Quijote, fundado en 1987, a instancias del empedernido amante de los libros: Eulalio Ferrer.
Quizá muchos hagan una mueca y digan que se trata de un español que vino a hacer de América su American express, porque Eulalio Ferrer es un reconocido publicista y actualmente timonea un importante instituto que ofrece programas de posgrado que van desde “especialidad en publicidad” hasta “maestría en comunicación política”. Pero bueno, que no ha sido el único que logró sus reales en México, pero sí uno de los pocos que se han preocupado por el mecenazgo, sobre todo a la literatura; pues es reconocido su apoyo en las dotaciones económicas de premios como el Menéndez Pelayo.
Lo que sigue dando qué hablar es el embrollo de los herederos de Juan Rulfo, no quitan el dedo del renglón para que la FIL retire el nombre del escritor jalisciense del premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe. Esto lo confirmó ayer Juan Francisco Rulfo. Y la culpa o la gota que derramó el vaso se la achacan, y erre que erre, a Tomás Segovia. ¿Quién manda al poeta a declarar lo que se ha convertido en una aseveración en las escaleras palaciegas de la literatura? El asunto es que Segovia se refirió a Rulfo como “un milagro” y dicen los herederos que no tiene respeto por la memoria de don Juan. Y que debería mostrar verguenza porque tras ofenderlo se presentó a recibir el premio.
Los estira y afloja se volvieron a ventilar anoche durante la presentación de las nuevas ediciones de El llano en llamas y Pedro Páramo. Era más que obvio que los periodistas asistentes a la ceremonia no querían escuchar sobre la obra rulfiana sino aprovechar la presencia del director de la Fundación Juan Rulfo y de dos de los hijos del fallecido escritor. Esto se llevará, sin duda, las planas o la cereza del pastel de esta feria. Si Rulfo lo viera y estuviera a la mano, su compadre, Emilio “el indio” Fernández, seguramente se irían por allí, a reír de estas tonterías y a brindar un poco. (¿Pedirán los hijos de Rulfo que me retiren la acreditación por este comentario?)
Y para no cesar con las rechiflas, Mario Vargas Llosa, dijo ayer, nuevamente, que está acostumbrado a que donde se presente, sea objeto de críticas. Ni hablar, al peruano le encanta la polémica. Pero aclaró que él no ha venido “A dar lecciones a los mexicanos”. Y es que entre los populistas, los Chávez y toda la bola de locos que gobiernan el mundo (como Pinky y Cerebro) la política se convierte en pasto común, incluso entre las mejores plumas en lengua española. Pérez Reverte de plano mejor dijo que no, que hará unos doscientos años que “nos” dejaron y estamos en las mismas. Cuestión de enfoques. Pero el mejor enfoque, el más sensato, fue sin duda el de la escritora y politóloga Denisse Dresser, quien cosechó tres minutos de aplausos tras su intervención, pero bueno, que esto se trata de literatura y no de política. Porque a su lado estaban el italiano Claudio Magris y Vargas Llosa. Sigo sin comprender.
Pero casi al finalizar el numerito de la mesa de diálogos sobre literatura, en la que participaron Carmen Aristegui, Claudio Magris, Mario Vargas Llosa y Denisse Desser, tres muchachitas visiblemente preparatorianas (muy monas ellas) se acercaron al escritor Sealtiel Alatriste —encargado de coordinar estas mesas— y con su mejor voz le pidieron: “¿Nos deja pedirle un autógrafo a Vargas Llosa?” Alatriste dijo que no, y ellas que sí, que por favor, que lo admiraban mucho, que llevaban libros del peruano para que allí estampase la anhelada firma. Una de ellas mostró al escritor una ajada edición de Pantaleón y las visitadoras, otra hizo los connatos de un dulce berrinche, pero la respuesta fue: “No, está cansado y tiene muchas ocupaciones”.