El tercer día de la feria del libro en Guadalajara inicia con la aclaración del supuesto escándalo que han propiciado los medios, Tomás Segovia acusa a los periodistas de hacer sangre a partir de algunas palabras que el galardonado vertiera, hará dos meses atrás, sobre el escritor jaliscience Juan Rulfo. El caso ya está en el estira y afloja y desde la tarde de ayer se ha convertido en la casi obligada referencia para cualquier escritor que pise el recinto ferial y si se trata de un famoso, pues se le acribilla con más ganas. Segovia, prácticamente se ha retirado de la polémica.
Y es verdad que muchos reporteros no esperan a las ruedas programadas en la sala de prensa, pues como la sede para los invitados oficiales es el hotel Hilton, que está justo frente a Expo Guadalajara (el lugar donde se celebra esta 19 feria del libro), pues funciona conseguirse un contacto e imaginar que de “reportero de cultura” uno es paparazzi. Y cual célebres ahora llegan convertidos en celebridades; desde un Enrique Krauze que se pasea taza de café en mano hasta la princesita Poniatowska, seguida por un largo séquito.
Las jornadas se han caracterizado por un lleno a total a los eventos programados. Y para todo hay público y personas dispuestas a la cobertura. Antier, mientras aguardábamos turno para el registro, una compañera me comentaba que era la quinta vez que asistía a esta feria internacional. Vive en la ciudad de Morelia y las cuatro horas que separan a la “perla tapatía” de la antes Valladolid no le representaban demasiados líos. Estaba emocionada porque al fin lograría entrevistar a Gaby Vargas y a Jordi Rosado… la Vargas, sí, la señora que aconseja la manera de vestirse y comportarse y Rosado, el patiño predilecto del conductor de televisión a quien todavía no le detectan su daño cerebral. Para todo hay gustos.
Germán Dehesa, chile de todos los moles, fue una presencia divertida durante el sábado y domingo. Como buen orador, artífice de la palabra, se lució en la presentación de su libro “Viajero que vas”, hacía el mediodía del 27. Uno de los salones del Centro de Negocios fue el lugar donde el escritor habló sobre las manías verbales del mexicano, un ser que está acostumbrado a declarar su odio pero no su amor, “El tigre está condenado a ser tigre” dijo ante nutridos aplausos. Y a pesar de que “A los decentes nunca les pasa nada… ser decente implica una chinga espantosa”. El señor Dehesa se desplazaba en silla de ruedas, porque confió al auditorio que iba a decir la causa, pero que por favor no se le comentara nada a sus biógrafos: rodó de las escaleras de su casa cuando a medio partido de fútbol decidió que era hora de bajar a la cocina por una dotación de chetos. Lo que algunos no le perdonaron fue que se llevara veinte de los cincuenta minutos durante su intervención en la presentación del último libro del escritor peruano Mario Vargas Llosa.
Y trayendo Perú a colación, programarse para entrar a uno de los eventos donde participe Vargas Llosa es renunciar a aproximadamente hora y media de actividades, porque las sillas se ocupan enseguida y la espera se hace larga. Afuera, todo sucede rápido. Es innegable que el escritor que vive “en olor a premio Nóbel” (término de Dehesa) acarrea multitudes, pero a veces resulta que el peruano-español olvida los territorios eminentemente literarios para entrar a los laberintos de la política y si como buen Minotauro, Krauze le pica la cresta, el gallito responde, cómo no. En lo personal, es un escritor que admiro y respeto (Vargas Llosa, ¿eh?), pero como analista, a veces, deja mucho qué desear.
Quien llegó como pez en el agua, esta mañana de lunes, fue Arturo Pérez Reverte. Su presencia en la feria obedece a dos motivos, su participación como moderador en una mesa de escritores de la frontera y una conferencia magistral que dictará sobre Miguel de Cervantes. Antes de iniciar las preguntas de los reporteros adelantó el título de su próxima novela “El pintor de batallas”, que está en proceso de revisión y según lo planeado saldrá a la venta hacia marzo del 2006.
Con palabras que quizá hoy ronden algunas notas, el escritor español se declaró: “Fui puta antes que monja”. Y esta frase, hilarante de por sí, la dijo en el contexto del ejercicio de escritor como una manera de captar la realidad. Cuestionado sobre los alcances de su novela “La reina del sur”, comentó que pronto se rodará la película, pero no hizo más declaraciones al respecto, pues ocho de sus obras ya han servido para hacer filmes y el resultado nunca le deja satisfecho.
Lo que sí llama la atención es la necedad o necesidad, no comprendo del todo, que tienen algunos compañeros por cuestionar a los escritores —y como que lo disfrutan más cuando se trata de extranjeros— por inquirirlos sobre cuestiones de la política mexicana. Es la primera vez, que conste, que me invade una suerte de chauvinismo: ¿no tenemos a instituciones como la UNAM y el COLMEX, por sólo mencionar a dos, donde tantos científicos pueden responder con mejor tino? Que los escritores hablen de sus libros, para eso vinieron. Y no es que por fuerza uno quiera que los trapos sucios se limpien en casa, pero qué desaprovecho preguntarle a todos: “¿Qué piensa de los candidatos populistas?”.
Y es verdad que muchos reporteros no esperan a las ruedas programadas en la sala de prensa, pues como la sede para los invitados oficiales es el hotel Hilton, que está justo frente a Expo Guadalajara (el lugar donde se celebra esta 19 feria del libro), pues funciona conseguirse un contacto e imaginar que de “reportero de cultura” uno es paparazzi. Y cual célebres ahora llegan convertidos en celebridades; desde un Enrique Krauze que se pasea taza de café en mano hasta la princesita Poniatowska, seguida por un largo séquito.
Las jornadas se han caracterizado por un lleno a total a los eventos programados. Y para todo hay público y personas dispuestas a la cobertura. Antier, mientras aguardábamos turno para el registro, una compañera me comentaba que era la quinta vez que asistía a esta feria internacional. Vive en la ciudad de Morelia y las cuatro horas que separan a la “perla tapatía” de la antes Valladolid no le representaban demasiados líos. Estaba emocionada porque al fin lograría entrevistar a Gaby Vargas y a Jordi Rosado… la Vargas, sí, la señora que aconseja la manera de vestirse y comportarse y Rosado, el patiño predilecto del conductor de televisión a quien todavía no le detectan su daño cerebral. Para todo hay gustos.
Germán Dehesa, chile de todos los moles, fue una presencia divertida durante el sábado y domingo. Como buen orador, artífice de la palabra, se lució en la presentación de su libro “Viajero que vas”, hacía el mediodía del 27. Uno de los salones del Centro de Negocios fue el lugar donde el escritor habló sobre las manías verbales del mexicano, un ser que está acostumbrado a declarar su odio pero no su amor, “El tigre está condenado a ser tigre” dijo ante nutridos aplausos. Y a pesar de que “A los decentes nunca les pasa nada… ser decente implica una chinga espantosa”. El señor Dehesa se desplazaba en silla de ruedas, porque confió al auditorio que iba a decir la causa, pero que por favor no se le comentara nada a sus biógrafos: rodó de las escaleras de su casa cuando a medio partido de fútbol decidió que era hora de bajar a la cocina por una dotación de chetos. Lo que algunos no le perdonaron fue que se llevara veinte de los cincuenta minutos durante su intervención en la presentación del último libro del escritor peruano Mario Vargas Llosa.
Y trayendo Perú a colación, programarse para entrar a uno de los eventos donde participe Vargas Llosa es renunciar a aproximadamente hora y media de actividades, porque las sillas se ocupan enseguida y la espera se hace larga. Afuera, todo sucede rápido. Es innegable que el escritor que vive “en olor a premio Nóbel” (término de Dehesa) acarrea multitudes, pero a veces resulta que el peruano-español olvida los territorios eminentemente literarios para entrar a los laberintos de la política y si como buen Minotauro, Krauze le pica la cresta, el gallito responde, cómo no. En lo personal, es un escritor que admiro y respeto (Vargas Llosa, ¿eh?), pero como analista, a veces, deja mucho qué desear.
Quien llegó como pez en el agua, esta mañana de lunes, fue Arturo Pérez Reverte. Su presencia en la feria obedece a dos motivos, su participación como moderador en una mesa de escritores de la frontera y una conferencia magistral que dictará sobre Miguel de Cervantes. Antes de iniciar las preguntas de los reporteros adelantó el título de su próxima novela “El pintor de batallas”, que está en proceso de revisión y según lo planeado saldrá a la venta hacia marzo del 2006.
Con palabras que quizá hoy ronden algunas notas, el escritor español se declaró: “Fui puta antes que monja”. Y esta frase, hilarante de por sí, la dijo en el contexto del ejercicio de escritor como una manera de captar la realidad. Cuestionado sobre los alcances de su novela “La reina del sur”, comentó que pronto se rodará la película, pero no hizo más declaraciones al respecto, pues ocho de sus obras ya han servido para hacer filmes y el resultado nunca le deja satisfecho.
Lo que sí llama la atención es la necedad o necesidad, no comprendo del todo, que tienen algunos compañeros por cuestionar a los escritores —y como que lo disfrutan más cuando se trata de extranjeros— por inquirirlos sobre cuestiones de la política mexicana. Es la primera vez, que conste, que me invade una suerte de chauvinismo: ¿no tenemos a instituciones como la UNAM y el COLMEX, por sólo mencionar a dos, donde tantos científicos pueden responder con mejor tino? Que los escritores hablen de sus libros, para eso vinieron. Y no es que por fuerza uno quiera que los trapos sucios se limpien en casa, pero qué desaprovecho preguntarle a todos: “¿Qué piensa de los candidatos populistas?”.