lunes, noviembre 28, 2005
FIL de Guadalajara
No es sencillo arribar a una ciudad de noche, donde no se tienen muchos conocidos y las referencias sobre la seguridad pública comienzan a ser tan desconcertantes como en la ciudad de México. Sin embargo, la gran fiesta hispanoamericana de los libros, la Feria Internacional del Libro en la ciudad de Guadalajara borra las pésimas expectativas, pues se convierte en uno de los mayores atractivos para lectores de la región y para escritores y libreros; apenas el sábado, el día de su inauguración, se presentaron sólo 23 libros y se ofrecieron unas 19 conferencias. Exponen aproximadamente mil quinientas casas editoriales, hay 12 aulas con capacidad para 320 personas, cada una; un recinto general, el “Juan Rulfo” que es donde se entregan los premios gordos y los consagrados asisten a dar una charla.
Que la feria es importante, ni dudarlo. Lo confirma un área denominada el “Salón de Derechos”, donde se dedican a pujar y a cerrar tratos: escritores, agentes literarios y editores. El área de exhibición es brutal, porque además de brutal (por su tamaño) la llenan de libros y las casas editoriales traen lo mejor de sus bodegas y efectivamente, se encuentran algunos muy buenos descuentos, tanto como comprar otra maleta, para el regreso. Que la feria atrae a los verdaderos lectores, pues lo confirma la estadística que circulaba hace unas horas de este domingo en la sala de prensa: del sábado 26 estiman una la visita con cerca de diez mil personas. Y se estiman muchas cosas. Al menos, en el área de prensa, dicen, estamos acreditados unos mil trabajadores para el área de la comunicación. Yo tengo el gafete 644.
Y uno de los mayores atractivos fue, por supuesto, la inauguración oficial. Durante la ceremonia se entrega el Premio de Literatura Latinoamericana y de Caribe Juan Rulfo, que en este año correspondió al poeta valenciano —pero que radica en México— Tomás Segovia. Un discurso que no dejó lugar a dudas sobre los alcances poéticos, académicos y románticos de un hombre que se declaró un pésimo militante de la modernidad, porque su intervención estuvo dirigida a una apelación sobre la conciencia de la interpretación: “Sigo buscando en contenido en el arte y la poesía”. Un poeta que a decir de Antonio Alatorre, es además un artesano, porque él mismo se ha encargado desde (obvio) la escritura de sus libros, hasta su encuadernación y distribución.
El poeta de “los desarraigos y marginalidades”, como él se presentó ayer, no salió bien librado del escándalo. Aquí uno se alegra, a pesar de los malentendidos, pues constata que no sólo los folklóricos y los que hacen telenovelas roban las primeras planas o la atención de los periodistas. Resulta que hace poco más de un mes, Tomás Segovia fue requerido para una entrevista donde comentó el tan retintineado milagro rulfiano: que un hombre con escasa preparación sea uno de los exponentes más grandes y necesarios de la producción literaria del siglo XX mexicano y una de los pocos que han trascendido a las referencias de la literatura mundial.
Pues a las demandas y las indignaciones están a la orden. Doña Calara Aparicio, viuda de Juan Rulfo ha solicitado, a través de la fundación que lleva el nombre de que quien fuera su marido, que el comité de la feria retire el nombre del jalisciense. Las razones que argumentan son que a la familia de Rulfo y a la misma fundación ya no se les toma en cuenta para otorgar el premio, que Segovia ha ofendido la memoria de quien escribiera Pedro Páramo y que en pocas palabras el galardón ya es propiedad exclusiva de un solo grupito (nada raro en México) y que en resumidas cuentas, pues si no se ponen de acuerdo, que mejor se retire. Y es que la cultura también genera muy buenas ganancias, cuando pasa de la “capilla” al “marketing”.
La nota agradable o para solaz de los interesados en la administración cultural, fue que al cierre de la ceremonia inaugural, cuando ya habían intervenido Antonio Alatorre y el galardonado Tomás Segovia, correspondió el turno a la señora Sari Bermúdez. El abucheo estuvo a punto de suceder; pero, política o con una diplomacia que era de esperarse, sólo se concretó a dar las gracias y declarar formalmente inaugurada la feria, que este año se dedica a Perú. Mario vargas Llosa no fue requerido en la mesa, pero estaba muy atento en la primera fila, agradeciendo con movimientos de cabeza todas las alusiones que “los de arriba” hacían con respecto a su persona.
Mañana le seguimos.