miércoles, febrero 22, 2006

Con el Diablo Guardián


Ciento setenta y cinco mil dólares es una cifra nada aborrecible, sobre todo cuando sucedieron años de silenciosa paciencia, de visiones y perversiones, de aspirinas y vodkas, de sueños más secos que húmedos. Eso no hizo decaer el ánimo de un animal nocturno, como lo es Xavier Velasco y cuenta lo que ya circula como una leyenda que terminó la novela una noche antes de que cerrara el plazo de admisión para el concurso de la editorial Alfaguara, que, digámoslo de paso, es una de las catapultas más seguras para entrar con el pie derecho a las ligas mayores de las letras. Total, que el entonces publicista, reportero, cronista —hasta la giró de “socialero”, de esos que captan los detalles en las cenas de caridad que organizan las señoras de Polanco— se quitó la capucha de Milusos para mostrar la cresta de escritor. Y encarrerado el ratón...
Diablo Guardián fue el título de la novela premiada en el 2003. Bombos y platillos, una fama que comenzó a subir a subir como la espuma de una cerveza, porque sin duda que se trataba de una refundación del lenguaje literario mexicano, de una muy novedosa forma de abordar los temas y demostrar que los linderos de ficción y realidad pueden convivir a la sombra de una historia bien contada. Violetta y Pig, los dislocados protagonistas, solitarios como islas, sinceros como los amigos que siempre han soñado encontrarse, hacen de las suyas en un desierto de emociones y titubeos. El jurado incluyó en su fallo que la novela: “... abre perspectivas originales al presentar los conflictos de lenguaje y cultura que surgen en el encuentro de lo hispano y lo norteamericano, a través de la voz de un extraordinario personaje femenino”. La suerte estaba echada.
¿Cómo se le ocurrió a Xavier Velasco una historia tan llena de desastres? ¿Cómo, si el nada ingenuo diablillo de la vida nocturna se declaraba aislado de cualquier movida literaria? Allí se confirma la tenacidad y la necedad de la que Carlos Fuentes tanto ha presumido cuando aclara que él nunca ha pertenecido a grupúsculos de escritores. El lector puede inquirirse: ¿Y el movimiento del Boom Latinoamericano? Pues que sí, que se reunían, pero hablaban de mujeres, vinos y viajes porque la cuestión literaria se quedaba en el gabinete de trabajo de cada uno de los integrantes de aquel movimiento. Si lo anterior es una bella nostalgia de deslindes, Velasco se suma a la libertad de gremio: “... en verdad yo no me ubico en ninguna parte dentro de la literatura mexicana. Me ubico en mi casa y no sé muy bien que pase afuera, me ubico con mi perro por supuesto, si tuviera que formar una generación definitivamente seríamos mi perro y yo”.
Compuesta en 27 capítulos, Diablo Guardián, a tres años de su lanzamiento público merece la relectura o el primer acercamiento. Además de mostrar los temas sobre los que es posible escribir, se trata de un diálogo y un monólogo que inmiscuye al lector conforme va sucediendo la trama, una guía de los ficticios horrores que muestra la tarjeta postal, contemporánea, rasposa, de una metrópoli como Nueva York y de lo que fuera, ya sólo en los recuerdos “la región más transparente”.
“Lejos estaba el Sapo del rigor crítico suicida del Detector de Faulkner, pero el rock le había dado, como a tantos, la sensación de ser un tipo culto y mundano: requisitos que los maestros de literatura muy rara vez cumplían, encorsetados por programas burocráticos y a diario desafiados por adolescentes siempre más modernos que ellos”. (Capítulo 5: Pasajeros en trance).
“¿Cuántas veces se supone que deberías confiar? ¿En qué personas? ¿Cuántas, de cada cien, traen un puñal guardado? Cada vez que confías en alguien estás tirando dados. Puedes saber cuáles son tus probabilidades con los dados, pero no con la gente”. (Capítulo 8: Más rápida que superman).
“Si un día hubiera una revolución y a todos se les concedieran sus deseos, los de Anzures pedirían que los integraran a Polanco. Yo solamente entiendo la necesidad de una revolución si me dices que todos nos vamos a ir a Las Lomas. Y ahí está la mierda, ¿ajá? Con tanto muerto de hambre Las Lomas se volvería una puta vecindad”. (Capítulo 20: Se busca chica mala de buena familia).