viernes, junio 01, 2007

Aute y la familia de rubios

Foto: Antona

La noche del miércoles esperaba, como todos los que estábamos en el magnífico auditorio, la inauguración del tercer Encuentro Internacional del Mar, en la ciudad de Coatzacoalcos. El teatro de la ciudad, parte del “Centro de convenciones”, fue diseñado por el arquitecto Zabludovsky y se trata de un sitio confortable y lujoso, con terminados que dan la impresión de que el inmenso conjunto de edificios fue arrojado por el mar y así, sus paredes, ventanales, pasillos y escaleras, son como parte de un sueño que todo tenía relación con el fondo marino, con las altas temperaturas de un clima que agobia a los que no estamos acostumbrados, pero siempre con la vista dispuesta a perderse en la línea horizontal que se balancea más allá de donde se forman las crestas de las olas.

Fuera de todo intento de descripción que siempre me hace terminar en la literatura, adentro del auditorio estábamos los invitados, los invitados especiales (siempre hay clases sociales, por supuesto) y los habitantes de una ciudad próspera, de grandes avenidas y cada vez con mayor número de grandes comercios. Antes de que comenzaran los actos políticos, es obvio e inevitable, la periodista Katia D´Artigues ya había charlado, en una entrevits pública, con el artista Luis Eduardo Aute, quien no atrajo a las multitudes pero que tras leer algunos de sus poemas, arrancó las ovaciones de un público muy, pero muy joven.

Y es que Aute comenzó a contar su vida por el principio y escuchar que la Segunda Guerra Mundial y que Franco y que la falta de libertad y que los abusos, pues son temas que no atraen a los nacidos a partir de la generación “Y”, de los años ochenta a la fecha. Pero cuando pasó a leer poemas de un libro grueso e inencontrable en las librerías mexicanas, según dijo, el ánimo de los muy jóvenes cambió. Se trataba de la lectura a poemas muy cortos, o textos poéticos, como él también les llamó. Cuando se empinó un vaso donde bailaba una buena medida de un líquido entre ámbar y cedro, se ajustó los anteojos y leyó: “No mientas. La sonrisa te delata, pero sobre todo, ese pelillo que te asoma por la comisura de los labios”, las carcajadas y los aplausos no esperaron.

Ya luego vinieron los políticos, a hablar sobre el Tercer Encuentro Internacional del Mar y declararlo formalmente inaugurado. Aquí me voy a detener sólo en un aspecto de lo que el alcalde de esta ciudad, Iván Hillman Chapoy, dijo como parte de su discurso. Como no grabé, tomé nota a lo que me pareció relevante. Número uno: que Coatzacoalcos ya superó el trance como una ciudad que pretendía el crecimiento económico… y ahora, con dinero en los bolsillos, con la bonanza segura, hay que abrir la puerta a las manifestaciones artísticas (arte y cultura) y a la ciencia. Que por eso el Encuentro del Mar. Yo, que desde entrar al teatro me comenzó la envidia, pensé que en Xalapa ocurre lo contrario, hay los empingorotados del arte, la cultura y la ciencia, pero no tenemos un clavo.

Como uno se acostumbra a los aplausos, a ponerse de pie cuando los señores funcionarios lo piden y esas cosas; pues también uno debe echar un vistazo para observar a los otros congéneres que hacen lo mismo. Hablaba el secretario de Turismo en Veracruz, cuando me percaté de una familia bien singular: papá, mamá y dos hijas, que ya pasaban de la veintena. A excepción del tipo, las tres mujeres eran guapas y lucían bonitas cabelleras que a leguas se notaban teñidas, de rubio, por supuesto. El cuarteto bien vestido y saludaba y se dejaba saludar por gentes similares. “Esta es la crema y nata de Coatzacoalcos” pensé sin ninguna ingenuidad. Y como uno tiene tan pocas oportunidades de ver a los ricos de cerca, pues había que abrir los ojos. Cuando el secretario dijo, orgulloso, radiante: “Y en sesenta días, no más, se inicia la operación de vuelos comerciales con la ruta Coatzacoalcos-Houston”. No me lo van a creer, las mujeres rubias brincaron de sus butacas y como si en la tiendita de mi colonia hubieran dicho: “Ganó el América”, pues así las gueritas: gritos, abrazos y besos y el papá, como dice la canción: “Loco de contento”.

El resto fue muy bien. Federico Reyes Heroles, como siempre, un orador a quien uno no quisiera dejar de escuchar. Pero me quedé con la duda de las rubias, ¿se pondrían tan contentas porque las niñas trabajarán de aeromozas? Vaya usted a saber.