Foto: Antona
¿La enfermedad se previene? Bueno, acerquémonos a lo que promocionan los medios que tienen mayor acceso a promocionar sus bienes o servicios en la televisión abierta. El Instituto Mexicano del Seguro Social (Imss), organismo que cuida y descuida la salud de una buena parte de mexicanos que están afiliados a la institución, ha comprendido sobre los beneficios que acarrean las campañas de prevención, pero sobre todo en la pantalla chica. Hay que decir antes que el Imss, desde hace más de quince años, mantiene campañas en el interior de sus clínicas y hospitales; pero digamos que se trataba de una medida fuera de tiempo, ya que hablar de “prevención” entre los enfermos, sonaba más próxima a marcha fúnebre que a fanfarrias. Entonces comenzaron los “spots” o los comerciales donde, de forma muy cándida —si el Imss no tiene para contratar médicos y enfermeras, suponer que pagará los millones a un equipo de publicidad, es un bonito sueño.
En los comerciales del Imss, uno de los que está orientado a la campaña para informar sobre los riesgos de la diabetes, se ven a los miembros de una familia poco típica en México (la famosa “nuclear”: papá, mamá, hijos) que caminan muy orondos y felices hacia una clínica. Como si uno no supiera que la precariedad del instituto es una de las causas por las que ha recibido, es verdad, el mayor número de quejas en la Comisión Nacional de los Derechos Humanos; la organización que “nos cuida” sin armas de por medio, es la que provoca más dolores de cabeza entre sus derechohabientes. Pues bien, la familia se encuentra a unos conocidos y tras saludarse, como quien dice “vamos al cine”, comentan que van al hospital, para prevenir las enfermedades. Y los tros, bien contentos, como si les hubieran dicho: “te regalamos quince boletos para el Cinépolis”, no creen posible tanta felicidad.
Esos comerciales se los creyeron quienes los cobraron, porque entre la población, aún las campañas de prevención, suenan a pitorreo. Entonces surge la publicidad de la iniciativa privada, que de amables sólo tienen el deseo por cerciorarse de la merma que tiene la salud pública en México. “La diabetes mata” y puntos suspensivos, nada de “Baje de peso”, “No tome tantos refresquitos embotellados, ¿eh, tontito?”, “¿Sabía que puede tenerla y usted sigue aprovechando el cambio de dieta y hábitos? No compre helados cuando vaya al supermercado”. Pues nada de eso: “La diabetes mata, tu puedes tenerla y tú médico tiene la solución”. Una frase que está formada por dos premisas y una conclusión: 1)Es una enfermedad que mata. 2)Yo puedo estar enfermo. Conclusión: Mi “médico particular” sabe de un chochito mágico y carísimo, que me puede salvar la vida.
Pero es que los mexicanos no lo creemos. Hoy llegué a una ciudad portuaria y aproveché las siete de la mañana para caminar por su malecón. Yo ni siquiera iba a trote, sino bobeando a izquierda y derecha. Pero a esa hora ya había deportistas que ganaban minutos al calor del mediodía. No me lo va a creer, se trata de un malecón para gordos… con cachucha, con audífonos, pantalones de lycra y esas cosas, los gordos trote que trote y puje que puje (yo era el único que sólo caminaba) y entonces bajé mis ojos hasta mi barriga y dije: “Pinches gordos, no entendemos que también se trata de cerrar la boca”. Pero claro, cuando la báscula indica que debe remordernos la conciencia, es mejor salir a trotar para jugarle al infartado, que desterrar el helado, la coca cola, los pastelitos y las golosinas.
Uno de los laboratorios más famosos en México, por los medicamentos que promociona en la televisión, recientemente ha emprendido una guerra mediática que previene sobre los riesgos que tiene cualquier país que entre su población cuente con un significante número de diabéticos. Mal del tiempo de la industrialización, de la mala alimentación, hereditario, los mitos dicen que hasta de una tristeza o un coraje pueden venir los desórdenes pancreáticos. Insulina es la palabra, aunque no todos los que padecen diabetes son “insulinodependientes”.
¿La enfermedad se previene? Bueno, acerquémonos a lo que promocionan los medios que tienen mayor acceso a promocionar sus bienes o servicios en la televisión abierta. El Instituto Mexicano del Seguro Social (Imss), organismo que cuida y descuida la salud de una buena parte de mexicanos que están afiliados a la institución, ha comprendido sobre los beneficios que acarrean las campañas de prevención, pero sobre todo en la pantalla chica. Hay que decir antes que el Imss, desde hace más de quince años, mantiene campañas en el interior de sus clínicas y hospitales; pero digamos que se trataba de una medida fuera de tiempo, ya que hablar de “prevención” entre los enfermos, sonaba más próxima a marcha fúnebre que a fanfarrias. Entonces comenzaron los “spots” o los comerciales donde, de forma muy cándida —si el Imss no tiene para contratar médicos y enfermeras, suponer que pagará los millones a un equipo de publicidad, es un bonito sueño.
En los comerciales del Imss, uno de los que está orientado a la campaña para informar sobre los riesgos de la diabetes, se ven a los miembros de una familia poco típica en México (la famosa “nuclear”: papá, mamá, hijos) que caminan muy orondos y felices hacia una clínica. Como si uno no supiera que la precariedad del instituto es una de las causas por las que ha recibido, es verdad, el mayor número de quejas en la Comisión Nacional de los Derechos Humanos; la organización que “nos cuida” sin armas de por medio, es la que provoca más dolores de cabeza entre sus derechohabientes. Pues bien, la familia se encuentra a unos conocidos y tras saludarse, como quien dice “vamos al cine”, comentan que van al hospital, para prevenir las enfermedades. Y los tros, bien contentos, como si les hubieran dicho: “te regalamos quince boletos para el Cinépolis”, no creen posible tanta felicidad.
Esos comerciales se los creyeron quienes los cobraron, porque entre la población, aún las campañas de prevención, suenan a pitorreo. Entonces surge la publicidad de la iniciativa privada, que de amables sólo tienen el deseo por cerciorarse de la merma que tiene la salud pública en México. “La diabetes mata” y puntos suspensivos, nada de “Baje de peso”, “No tome tantos refresquitos embotellados, ¿eh, tontito?”, “¿Sabía que puede tenerla y usted sigue aprovechando el cambio de dieta y hábitos? No compre helados cuando vaya al supermercado”. Pues nada de eso: “La diabetes mata, tu puedes tenerla y tú médico tiene la solución”. Una frase que está formada por dos premisas y una conclusión: 1)Es una enfermedad que mata. 2)Yo puedo estar enfermo. Conclusión: Mi “médico particular” sabe de un chochito mágico y carísimo, que me puede salvar la vida.
Pero es que los mexicanos no lo creemos. Hoy llegué a una ciudad portuaria y aproveché las siete de la mañana para caminar por su malecón. Yo ni siquiera iba a trote, sino bobeando a izquierda y derecha. Pero a esa hora ya había deportistas que ganaban minutos al calor del mediodía. No me lo va a creer, se trata de un malecón para gordos… con cachucha, con audífonos, pantalones de lycra y esas cosas, los gordos trote que trote y puje que puje (yo era el único que sólo caminaba) y entonces bajé mis ojos hasta mi barriga y dije: “Pinches gordos, no entendemos que también se trata de cerrar la boca”. Pero claro, cuando la báscula indica que debe remordernos la conciencia, es mejor salir a trotar para jugarle al infartado, que desterrar el helado, la coca cola, los pastelitos y las golosinas.