Foto: Pamela Albarracín
Fútbol. El libro Tiro libre: balón al poste, de Gregorio Jácome Moreno, revela una pasión desmesurada por un deporte de estrategias, de audiencias y como todo espectáculo susceptible de venderse, de una actividad que puede generar mucho dinero. En treinta y seis estampas o relatos o crónicas o pequeños ensayos, el autor nos comparte esa vena que tienen los buenos conversadores, los que saben de un tema y lo paladean y además, pueden transmitir su gusto para generar polémica entre los entendidos o para dejar la boca abierta de los neófitos.
¿Hay neófitos futboleros en el mundo latino? Si ustedes me preguntan si en mi vida he visto o me he enterado de un partido jugado por la liga de Taiwán, de Burkina Fasso, de Siria o de Australia, pues no. En cambio, me sucede como a los que renegamos del catolicismo pero que como mexicanos, no podemos dejar de ser guadalupanos. ¿Cómo evitar fútbol en esta latinidad si cuando juega la selección Nacional o cuando pierde el América o cuando se constipa Kikin Fonseca o cuando la actriz fulana de tal recibe un ramo de rosas y un auto BMW que le manda regalar su novio el portero o cuando hasta los presidentes, gobernadores y demás políticos dejan de decir estupideces porque están viendo la transmisión del partido? Es imposible quitarse al “fút” como roña, pasión y deporte. Porque no puede pasar inadvertido, sea por sus características de nuevo circo romano, por el impacto que los propios medios de comunicación le otorgan y porque está presente en las mentalidades.
Los textos de Goyo Jácome me permitieron, como advenedizo, a retarme con mi propia trivia. ¿Qué tanto sabe usted del deporte, por excelencia, de las mayorías? Salvo haber escuchado en los noticieros los desmanes de los Hooligans, ver a los payasos que las dos cadenas más importantes de la televisión mexicana llevan a cada Copa Mundial, recordar los meneos de la “Chiquitibum” en el Mundial de México 1986 (la modelo Mar Castro, que bien pronto fue bautizada como la “Chichi-chibum”) y escuchar los chiflidos y las mentadas de madre en mi vecindario, donde de un lado de la calle le van al América y del otro al Cruz Azul; pues reprobaría por falta de pericia.
Tiro libre: balón al poste, invita y provoca, como todo buen escrito, como todo planteamiento de un apasionado que trata de poner cada palabra con la seguridad de la cabeza fría. Y es que las ocho partes que componen este libro nos incitan a respirar de la lectura para encontrar los recuerdos que cada lector tiene con respecto al fútbol; se trata pues, de una suerte de textos que llevan semillas para alimentar a los pájaros que habitan en la cabeza de cada quien. La segunda parte, titulada “Medio tiempo, el fútbol como negocio”, en lo particular, me hizo recordar los días de partido en que juega la selección mexicana, pero que por la cuestión de horarios se transmite por la mañana. ¿Alguno de nosotros se ha atrevido a realizar un trámite burocrático cuando juega la selección a eso de las once de la mañana? Eso se llamaría: inconciencia, falta de patriotismo o ganas de chingar al prójimo.
Este se trata de un libro cargado de anécdotas, de historias, de chismes, de datos precisos… una miscelánea donde por supuesto, sólo se habla de “fút”. Pero se trata de un caleidoscopio futbolero y está escrito, según nos advierte el autor, para abrirlo al azar y leer cualquiera de las treinta y seis cartas, sí, son cartas de un enamorado cautivo que escribe los embrujos que le provocan veintidós tipos disputándose un balón, que le causa echarse una “cascarita” con los amigos, que le hechiza sentarse a ver un partido y que en el fondo, sin que lo diga, preferiría ponerse las espinilleras y pisar el césped de una cancha profesional, para luego regresar a escribir lo que se siente.