martes, marzo 24, 2009

¿Qué hacemos con los autos?

Foto: Cristina

Según han comentado hasta la saciedad algunos urbanistas, en la ciudad de Xalapa circulan diariamente una respetable cantidad de autos. Y si en una primera intención eso explica la bonanza automotriz de un centro urbano, en la capital de Veracruz hay que tomar en cuenta que ni en las proximidades hay compañías ensambladoras o algo que se le parezca.

La nuestra, es una dilecta especialidad en consumirlos, sacarlos de las agencias tras firmar contratos en cómodas mensualidades y abarrotar las calles. Pero también se invaden las banquetas, que por falta de espacios para estacionamientos, son cada día más propiedad del automovilista que del peatón. Es el andariego de a pie el que hace machincuepas y con el tiempo, ha dominado las artes de completar su camino mitad en la banqueta y mitad en las orillas de las calles.


En la cantidad de automóviles que hay y circulan en esta ciudad nos parecemos a la ciudad de México. Somos la maqueta chilanga pero en su versión ciudad pambacera y de las garnachas. Con sus notorias diferencias, sí. Porque la del valle central de México es una megalópolis que cuenta con una ciudadanía que a fuerza de sobrevivir tiene que sortear con la educación de automovilistas y peatones.


La cultura vial del Distrito Federal y su zona metropolitana es una muestra del acuerdo al que llegan los habitantes. En la capital de los veracruzanos sufrimos las escoriaciones del pañal: el cinturón de seguridad es, la mayoría de las veces, un mero adorno del auto; los niños que viajan en los asientos traseros son apenas la imitación de las películas gringas que retratan a los personajes en sus magníficos suburbios; el uno por uno es un caso de hipocresía civil; añadamos que el famoso reglamento de tránsito no lo domina de memoria ni el respetable director de la tecolotiza motorizada y silbatera. Y ahora, la posible implementación del “hoy no circula” será un tema para que se desarrollen las prácticas lenguaraces de los que serán candidatos a puestos de elección popular.


Se trate del Distrito Federal o no, que a veces parece otro país de los muchos países que formamos México; la cuestión de vialidad en esta ciudad aún no obedece a un acuerdo de ley para que vivamos mejor. Son apenas tratos entre los líderes de los transportistas, válvulas políticas para la concesión de placas de taxis, embellecimiento absurdo con la edificación de puentes y todas esas ocurrencias que tienen los que no gastan un peso de su bolsa para sobrevivir en esta maqueta que se quiere parecer a la que fue la gran Tenochtitlán.