Foto: Antona
Cuando pienso en el último libro del doctor Barrientos no puedo menos que traer a memoria un texto que Víctor Hugo escribió sobre las letras. Al escritor francés le parecía que cada grafía del alfabeto era una persona, un animal o un objeto y a partir de allí explicaba que su nuevo diccionario no sólo obedecía al sonido de cada letra sino a lo que uno podía imaginar la verlas solas. La “b” minúscula podía tratarse de un señor que anda por la vida con su panza grande, prominente, pero también alguien que descansa un momento del pesado bulto que lleva a cuestas.
Entonces imagino que las iniciales de Juan José le han servido para la composición de La gata revolcada, libro editado en 2009 por el Instituto Veracruzano de la Cultura en la colección Atarazanas. La doble jota que conforman las iniciales del autor son una especie de anzuelos con los que cada mañana un pescador sale al trabajo. Hay pescadores inexpertos que se contentan con que el hilo se tense y los hay atentos y sosegados, necios, obstinados, como ese maravillo viejo que nos regala Hemingway.
El doctor Barrientos tiene las mañas de un buen navegante pero sobre todo, la pericia de un pescador, el olfato del experto. Sabe que no todo lo que tensa el hilo valdrá la pena, que un pez gordo tiene la carne dulce y que uno flaco y largo sabe a mar o puede ser a “la mar”, ese femenino que gusta demasiado a poetas viejos lobos, como el propio Alberti.
La fábula no termina cuando el pescador llena su barca sino cuando ha tendido las redes y retorna a su casa. Allí está el fruto de su travesía de una jornada que bien pudieron ser años o apenas unas horas. El pescador echa en un cubo lo que será para alimentar a los gatos, tiene muchos, le gustan porque como así lo escribe, así coloca una cita como llave para abrir su libro: “Soy odioso, por eso me aman”.
Y el odioso sabe que tendrá que reservar algunas buenas piezas de su pesca para venderlas en el mercado, pero como también se trata de un autocomplaciente: destripa aquellos ejemplares dignos de la mejor mesa, quita las escamas y sala y aroma con hierbas… Juan José Barrientos ya no es pescador, es ensayista, amanuense y tejedor de relatos que sabe compartir porque su pluma es directa, pero no vuela-pluma, es una escritura bien sosegada que a veces comparte lecturas, a veces hallazgos pero en casi todos los veintidós textos que acompañan su libro, tiene la sabrosura de la cotilla, del susurro, de quien sabe bajar la voz para lanzar un cuchicheo, para redondear con lo que nos gusta a todos: con un buen chisme. Barrientos lo afirma en el texto Cortázar, la biografía: “Para escribir una biografía hay que ser un poco chismoso”.
Pero los chismes vertidos en La gata revolcada no son las inocentadas de los que juran saber de memoria la vida de los artistas porque se lo escucharon al conductor de televisión o se los contaron en la fila del supermercado. Para contar una historia y aderezarla con chismes literarios, Juan José Barrientos ya se ha tomado muchos trabajos: leer (hacerse a la mar para encontrar buena pesca), subrayar (escoger pescado bueno del malo), limpar lo comible de las menudencias (hacer los extractos, decidir que se traslada a la página y qué aguardará en la bitácora) y finalmente ha salado o condimentado, ese último acto que hace de la cocina y de la escritura una magia: disfruten amigos, que sólo yo conozco el secreto, los ingredientes, el cariño del fuego.
Juan José Barrientos se permite ensayar sus ideas, sus reflexiones en voz alta. Pero no por tratarse de textos académicos se restringe de las puntillas que dan humor, pasión y filo en sus ensayos. En Apuntes para una biografía de Sábato, describe un desaguisado entre Sábato y Bioy, malos entendidos o las mezquindades propias de todos los cenáculos donde se reúnen más de dos escritores (que dicho entre paréntesis ya son una multitud de egos y mezquindades). Bioy revisa un libro de Sábato y en lugar de entregarle elogios, le regala un plato de espárragos bien freídos. A los años:
“…Sábato le dijo a Bioy Casares:
Cómo te envidio. Vos andás por la calle sin que nadie te moleste, sin que nadie te reconozca. Yo voy por la calle y la gente me señala con el dedo: ‘Ahí va Sábato’. ¡Es horrible! Estoy muy cansado” (p.103).
Pero no sólo hay sordidez e inquina del mundillo literario lo que encontramos en los ensayos de Juan José Barrientos. En cada uno de los veintidós ensayos hay no menos de tres o cuatro menciones o tentaciones de otros libros en los que hay que leer o que por lo imposible de conseguirse, mínimo, hay que imaginarlos.
En La gata revolcada, cada ensayo es tierra con semilla a partir de los cuales se pueden desarrollar no sólo investigaciones literarias sino novelas. Ocurre en el breve episodio que narra en el primer ensayo, Guillermo Prieto en los Estados Unidos, de cuando en la ciudad de México se subasta lo que iba a ser la Biblioteca Imperial del emperador Maximiliano.
Es un libro rico en narraciones, en ideas y en chispazos; Juan José revuelca a la gata en compañía de otros marinos o bucaneros; con él: Guillermo Prieto, los Estridentistas, José Donoso, Borgues, Neruda, Cortázar, Sábato, Valle Arizpe, Marcel Schwob, Manuel José Othón, Helena Paz, Elena Garro, Alfonso Reyes y distinguidos miembros que lo acompañan.