jueves, septiembre 10, 2009

Señalar falta de pericia ortográfica no es error de quien escribe



Sucede en los primeros intentos que conducen a la repetición que terminará en experiencia. Cuando los pequeños aprenden a hacer el moño con el nudo de las agujetas de sus zapatos, los errores y la desesperación son abrumadores. La burla se dirige a los que no son diestros y por más intentos que realizan, no logran hacer bien las cosas. Para algunos es lo más sencillo del mundo abotonarse correctamente los botones del suéter, para otros, un suplicio. Hay quien llega a la edad adulta con sus propios métodos y hay quien nunca es un maestro en cuestiones tan prácticas y sencillas. ¿Es culpa de tener la cabeza dura o malos profesores?

En la contraportada de la edición veracruzana de La Jornada, ayer se publicaron unas fotografías donde se hizo evidente que las pancartas que se emplean durante las protestas tienen faltan de ortografía. La nota no iba precisamente en ese tono, se aludía a un informe de autoridades educativas. Pero más bien, el que un en un país donde suponemos que la población ya está alfabetizada con las herramientas básicas de la lectura y la escritura, se escriba con errores, incide en las propias autoridades que proporcionan y sostienen a su profesorado.

La educación es responsabilidad de un sistema y si la escritura falla, es evidente que no se cumple con los verdaderos cometidos y quien primero tiene que dolerse por tan evidentes fracturas es un organismo endeble que egresa año con año a profesores que se supone, deben enseñar el uso correcto del idioma, sea escrito o hablado. Por otra parte, significa que los profesores no enseñan bien o que los planes y programas de estudio no sirven para maldita la cosa.

Más bien debe ser al revés: si se escribe mal, los profesores de las áreas de Lenguaje y Comunicación están improvisados o apenas tienen el conocimiento mínimo para encauzar a los alumnos. La culpa de origen no se debe a que tengamos un índice tan bajo de lectura, a que la mayoría de la población atienda más horas frente al televisor que ante los libros. Si presumiblemente somos un país de burros alfabetizados es porque todo se hace mal y con prisa.

Esta supuesta cruzada por la educación o la búsqueda por la anhelada perfección muestra que si son buenas intenciones la de las autoridades, a la hora de que se aplican no pasan de ser un proyecto de escritorio que jamás llega a la práctica. Y en la vida de la academia se realizan varios encuentros y talleres dirigidos a promotores de lectura y hay seminarios dirigidos a profesores de asignaturas como el Español y pese a todo: “Fabor de lavarze las manos hantes y despues de ir al vaño”.

La cuestión no es simplificar la enseñanza, sino atender sus áreas más vulnerables. Y si las áreas vulnerables son todas querrá decir que las novedades implementadas para facilitar la enseñanza son placebos en lugar de verdaderos remedios. Una cosa es tratar de sanar un cuerpo que está afectado y otra muy distinta es acudir a las medicinas para alargar las enfermedades. ¿O no es cierto que de un tiempo a la fecha en todos los niveles educativos que dependen de los gobiernos se han inventando cursos rápidos que matriculan a cientos de alumnos que tras un verano intensivo obtienen un certificado de bachillerato? ¿Y esas carreras diseñadas para que los profesores que alcanzaron plaza y están a punto de llegar a la jubilación pero que hace veinticinco años no tenían el perfil? Son bien sencillas, en cuatro meses efectivos, que se dividen de a uno por verano, obtienen una licenciatura y siguen y seguirán frente a grupo.

Que las propias autoridades que ahora se espantan de que somos personas que de tanta ignorancia no llegamos a la categoría de ciudadanos, que ellas levanten un censo de verdad entre el personal docente que posee una “clave administrativa” a la que llaman “plaza” y que nos digan si los señores profesores escriben con una ortografía correcta y no la conocen.

Pero cuando se trata de hacer escarnio al pueblo que los mantiene y que se cree sus planes de estudio aplicados con polvos mágicos, dicen que se mueren por educar. Ser cuentachiles con el sector educativo y engañar, no es entregar la vida por la ilustración de un pueblo.