Foto: Antona
Un comunicado de la Coalición contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina y el Caribe, emite que en esa región hay 278 millones de mujeres y que para el año 2050 serán 403 millones. De las cifras, pronostican que el 60 por ciento de ellas estarán expuestas a condiciones de extrema pobreza. Eso las hace vulnerables en condiciones de violencia, falta de oportunidades, discriminación y explotación sexual.
¿Trata de blancas o pobreza que conduce a cualquier cosa?
El pasado domingo, un reportaje de la edición impresa para Latinoamérica del periódico El País daba cuenta de las condiciones en que trabajan muchas prostitutas en Barcelona. El primer mundo y el relumbre de la ciudad condal no son impedimentos para que mujeres y travestidas aprovechen la noche y los huecos del mercado La Boqueria, donde pueden ejercer en aquellos refugios improvisados.
Las y los sexoservidores cobran una media de cincuenta euros por relación, no menos. Si lo traducimos al cambio actual, son aproximadamente unos novecientos sesenta pesos. El servicio podría ser más costoso, pero gracias a los testimonios de una travestida centroamericana, los lectores nos enteramos de que la culpa de los bajos precios es de las mujeres rumanas y nigerianas. Las españolas o catalanas son las que menos ganan porque antes de la irrupción de las migrantes, podían establecer los precios a su antojo.
Han cambiado las cosas y la crisis impone. No es futbol y ser oriundo de la ciudad cuna del Barça no vale en las calles donde se prostituyen hombres y mujeres. Una felación, dice una de las meretrices españolas, tiene un costo de 10 euros por culpa de las travestidas sudacas, de las mujeres nigerianas y de las rumanas. Las últimas llevan el pandero en los precios bajos.
Las nigerianas argumentan que lo hacen por necesidad, sus maridos no tienen trabajo los hijos deben tener algo que llevarse a la boca. De las travestidas, sólo la sudaca lo ejerce para juntar el dinero necesario que le permita pagarse una intervención quirúrgica para el cambiar de sexo; huyó de su país para encontrarse en un sitio más tolerante y para buscar convertirse en mujer. Cuando llegó a Barcelona, su tratamiento funcionaba de maravilla, mantenía fuera los pechos y dentro el hirsutismo. Pero se terminó el dinero y comenzó la transformación. La corrieron del bar donde estaba contratada.
Pero cada época ha reportado sus maneras de denuncia y promoción. En París, hacia 1791, se publicaba con gran éxito el famoso Directorio del Placer. Era un cuadernillo apreciado por los caballeros y viajantes a la Ciudad Luz, incluía: nombres, direcciones, edades, retratos, caracteres, talentos y las tarifas. Una tal Adelina iba al grano; su anunció relataba: “Como el banquero, conocida de todos y a todos los arruina: con esto queda dicho todo (15 luises)”. Saint-Aubin era un poco más atrevida en su descripción: “Calle de Marivaux; pequeña, rubia, mimosa, a las veces muy despierta y arrebatada: se abandona por turno a su amigo o a su amiga (100 escudos).”
Según el Directorio, hay para todos los gustos. Saunier se anuncia: “Calle Porte-soin 4; sorprendente agilidad y movimientos vigorosos; aunque en los combates de amor las mujeres de ordinario llevan la parte de abajo; Saunier a menudo toma la de arriba (200 libras).”
Así que los anuncios de sexoservidoras que incluyen proezas o promesas no son invención de unos años a la fecha y eso de buscar un sitio que cuente con cama y techo, pues tampoco. Neville es rubia, sensual, vulgar y de encantos regordetes, atiende en rincones de la calle Montmartre y cobra 12 libras. Pero en el París de entonces, una mujer de treinta ya no es joven, pero Agathe asegura la firmeza de sus carnes, sus servicios alcanzaron las 6 libras.
Pero en los casos de Barcelona, los parisinos de hace más de doscientos años o los que nos topamos a diario en los periódicos locales ¿hay la práctica del oficio más antiguo del mundo o la pobreza que no termina de erradicarse jamás? Y de ello, ¿son las mujeres, como las nigerianas, quienes tienen que prestarse al abuso porque sus maridos no encuentran trabajo y sus hijos deben comer?