sábado, diciembre 26, 2009

Sólo un instante, rescatado esta noche, contra un sueño (versos de don Octavio Paz, por supuesto)


Ayer me telefoneaba con una colaboradora de esta casa editorial y narraba la ilusión que tenía por escribir algo más navideño o de fin de año o acorde con estas fechas, pero su miedo era impedimento porque de alguna u otra forma, iba a caer en un hecho que los lectores se han recetado cientos o miles de veces: “Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo.” Y como ella es una mujer sensata no quería determinarse hacer como si no pasara nada.


Con un trozo de carbón
con mi gis roto y mi lápiz rojo
dibujar tu nombre


Pero si las misas dicen casi lo mismo y se repiten cientos y miles de veces, le decía. Que no, que no es igual. Pues a negar tres veces en el mismo párrafo: pues no. Aunque si decidiéramos nuestras vidas porque siempre tiene que haber algo significativo, si escribiéramos las frases con la idea de que será el subrayado que acompañe a un lector por el resto de su vida, pues se tratará de cosas tan difíciles como la Teología medieval y son asuntos a los que prefiero dejar sin discusiones.

no hay nada frente a mí, sólo un instante
rescatado esta noche, contra un sueño


Si la Navidad y el fin de año son actividades burguesas o retro, pues no es algo que le quite el sueño a los millones de humanos que vivimos en la parte cristiana del mundo, sea por religión (cosa que tampoco me interesa, cada quien es libre) o por cultura –eso sí me importa, y mucho. Ya en otro momento decanté por algo más literario y escribía que la Navidad es una cuestión depresiva o bien festiva, por los cientos de dardos que arrojan los medios de comunicación o la misma ficción. Allí sólo referí a dos escritores que me parecen geniales y creo que ahora es mejor discurrir sobre cuestiones más de… ejercicio de ejército que adopta una práctica cultural. La vida cotidiana no requiere de buena o mala literatura, esa, como la práctica de la religión entre las personas más independientes, es una cuestión de elección, de libertad.

El dinero seca la sangre del mundo,
sorbe el seso del hombre.


Hay costumbres que nos conducen al dispendio. El modelo, sin duda, está calcado en ese recuerdo social que perdura y que se propagó a través del cine y posteriormente de la televisión, las dos grandes molduras de mentalidades durante el siglo XX, el siglo de la imagen y el movimiento. Un sólo ejemplo, para continuar con la idea central. En la novela “Santa,” de Federico Gamboa, hay una aseveración perturbadora, uno de los personajes besa de la misma forma en que lo aprendió en las películas. Ahora, sigo con el asunto de la Navidad inculcada entre los mexicanos de las últimas generaciones.

Con las sombras dibujo mundos,
disipo mundos con las sombras.


Fue a partir de la juventud de quienes ahora tienen entre cuarenta y sesenta años cuando las costumbres o la vida cotidiana iniciaron la mudanza de piel. Antes de ellos, no existía la misma urgencia o prontitud porque sucediesen tan prontas o tan inmediatas las comunicaciones. Las noticias impresas tardaban exactamente 24 horas en suceder, las llamadas de larga distancia se negociaban a través de una operadora y el correo dependía de la proximidad o un largo trayecto. Primero con la implementación de aparatos de televisión y luego con sus mejoras, los jóvenes y las mujeres que no tenían mayor opción a salir de un hogar dominado por quien lo sostuviera, ellos, adquirieron poco a poco la pauta de nuevas costumbres para las prácticas cuyos cambios eran muy lentos en la “pasada” sociedad.

Cuartos y cuartos, habitados
sólo por sus fantasmas,
sólo por el rencor de los mayores
habitados. Familias


La evidencia más cercana o de más rápida propagación fueron las palabras, el uso del lenguaje. Y para demostrarlo compare el lector las frases del cine mexicano hasta la denominada época de oro. Los diálogos de un personaje trágico de finales de los treinta no cambió significativamente al de uno de los años cincuenta; las variaciones, que las hay, son en todo caso más lentas, aunque imperceptibles. Son las frases que hoy nos parecen desgarradoras o cursis: “Jorobado y sin piernas, pues voy a rodar. Torito, torito” (Ustedes los ricos). Pero la audiencia de la época del cine en blanco y negro no requería detenerse para analizar frases que seguramente escuchaba en la calle o había leído en algún sitio. Lo mismo ocurre con el cine de los 70, donde César Costa, Enrique Guzmán y Alberto Vázquez enseñan a los jóvenes de entonces cómo se es galán y se enamora a las muchachas.

luminosa naranja de veinticuatro gajos,
todos atravesados por una misma y amarilla dulzura!
La inteligencia al fin encarna


Esos nuevos patrones culturales hicieron también el viraje de los comportamientos de la población. De allí que lo dictado por la “moda” -que es el imperativo siempre acechante del verdadero amo- fueron las maneras de ser que a través de los medios aprendieron y asimilaron aquellos jóvenes deseosos de romper con las imposiciones de lo que ellos consideraban costumbre y pasado. A partir de entonces, en las fiestas decembrinas el asunto se comenzó a resumir como “nomás voy a cumplir un rato con la familia y buscamos dónde echar relajo.” Y esa imagen de desintegración no la hicieron los nacidos a partir de los setenta a pesar de que esa generación ya empieza a hacerse cargo de responsabilidades y la administración públicas.

Alta columna de latidos
sobre el eje inmóvil del tiempo


Pero la pequeña (comparada con las verdaderas) “era” de los cincuenta y sesentas fue la que hoy domina el mayor del poder adquisitivo mexicano y quien aún controla las riendas de lo que la convenció a una juventud que todo lo comenzaba a arrasar y lo destruía. Son los mismos que culpan a los más jóvenes como ahora responsables del Ecocidio que ellos realizaron. Ya no hay, en la actualidad, la preocupación tepiteña de “nomás cumplo el compromiso;” la de hoy, es una verdadera negación aunque resignación al compromiso: “¡Tengo que estar en mi casa agüevo, pero les caigo como a las tres!”.

El movimiento, río que recorre sin término,
con los ojos abiertos, los países del vértigo
-no hay arriba ni abajo, lo que está cerca es lejos-
a sí mismo regresa


Ah. ¿Por qué razón no charlé de esto con la doctora? Ya, estábamos muy ocupados en intercambiar opiniones por la venidera Ley de Cultura del Estado de Veracruz. ¿Qué será que nos traigan de reyes a la furibunda marabunta que todo lo tala y arrasa con becas, con casas de la cultura, con publicaciones, con cuatismo, con el tiempo de las cavernas? ¡Capitán, Cavernícolaaaaaaaaaa!