miércoles, enero 13, 2010

Lasha de Sela; la diosa a quien venció el cáncer de mama, pero no los prejuicios del arte nacionalista


Su partida de este mundo estaba anunciada el domingo, ¿o fue el sábado? Lo más seguro que es que no puse atención a la fecha, pero la edición electrónica de Le Monde resaltaba la muerte de la extraordinaria cantante Lasha de Sela. Murió de cáncer de mama, en Canadá. Tenía sólo 37 años. Así comienza la nota: “La cantante americano-mexicana Lasha de Sela murió este primero de enero en su domicilio de Montreal.”

Antes de lamentarme por el fallecimiento de Lasha de Sela voy a intentar algunas ideas que me produjo la noticia de su muerte. Uno no siempre trae en la punta de la lengua a quien admira y el deceso de una cantante entrañada, es triste. Así que pensé en todos los músicos que fueron olvidados o ignorados por su tierra, buscaron lejanía y murieron, unos mueren con dignidad, otros, muy pobres. Por eso no quiero pensar en los vivos, que hay músicos que sufren esa situación en todas partes. Y entonces traigo a la memoria un fragmento de estudios sobre la vida del compositor español Jaime Nunó, a quien ignoró la gloria santanista y para cuando las cosas estaban tranquilas, que fue hasta la dictadura de don Porfirio, pues don Jaime ya era un viejo que iba y venía de sus clases de música desde los Estados Unidos hasta México.

Y a don Jaime siempre le salieron con disculpas. Y al ritmo de Lasha de Sela, sigamos con Jaime Nunó, que no es canto marcial para invocar al himno, bolero marcial que necesitaba la República recién cercenada por irresponsabilidad de los políticos mexicanos, que por pelear un hueso, perdieron lo que los gringos veían como la carne. Ahora sí, Jaime Nunó. Traqueteo a su vieja osamenta por el viaje en tren, dinero apenas suficiente y al llegar a la gran ciudad de México, un hotel de segunda y que siempre no era digno prócer, un homenajillo de medio pelo y váyase a descansar. Luego. De regreso a sus clases en los Estados Unidos.

Es que a don Jaime le correspondió la algidez, eran tiempos duros y como lo suyo fue una cuestión política que don Porfirio tenía que respetar, pues no le quedaba más que admitir la permanencia –hasta hoy Constitucional.- de un bolero necesario para un país desanimado, pero que fue ordenado bajo el mandato de un traidor como lo fue el “jalapeño” Antonio López de Santa Anna. ¿Traidor López de Santa Anna u otro caudillo locuaz, de su tiempo? Cuando Porfirio Díaz pasó de héroe a presidente y de allí a dictador, también pensaba en “su” himno. A veces el poder sorbe los sesos. Es un tema que aún se discute. El prócer Benito Juárez murió en una cama de latón, cuyas esquinan tienen –allí está el museo- águilas nacionales en cada esquina. Juárez no muere a balazos, pero sí en el bálsamo de dar la vida a la Patria, por eso la tenía hasta de latón, en su cama; él era la República.

Y entonces Jaime Nunó ignoraba que la historia, que es revisión de procesos, no estuvo antes para decirle que en México, casi hasta la fecha, todos los próceres se mueren a balazos o de angina de pecho, como Benito Juárez. A don Jaime no se le comunicó el detalle porque los temas centrales eran apremiantes para ese entonces: fundar al Estado Mexicano que en papel, Juárez y su equipo ya habían logrado. Así que el prócer que no muere con violencia, no le sirve jamás al panteón de la patria. Sí funciona, creo, que ingrese a la Rotonda de los Hombres Ilustres, de menos, un prócer en el pináculo de su fama.

De la historia de Jaime Nunó sobran los ejemplos, a veces depende de la protección que tenga el artista o de que sea favorito de la verdadera corte, a quien no le importa que roten las administraciones, porque ellos siempre estarán ahí, al servicio de un pequeño o grande príncipe-mecenas. Y hay músicos que, la historia lo ha enseñado, son favoritos de la corte o quedan en el olvido y la probreza. Pero ser favorito no exime la pobreza o el olvido, Mozart fue arrojado a la fosa común, como el siguiente visitante al Hades y no como el genio musical que fue. La vida, me parece que debemos opinar así, es crucial, a veces permite que se refulja, ¡brilla, tazita de plata! y otras, conduce al olvido y en casos más lamentables, al abandono.

Conozco la historia de amigos músicos que se quejan porque su arte, su esfuerzo, sus horas robadas a otras actividades… pues todo eso concluye en “tocar” para borrachos o para políticos o para damas de sociedad a quienes no les interesa la música sino lo que se escucha de fondo. Pero la extraordinaria Lasha también soportó y confió en que algún día, aquellos, disfrutarían por acudir a un lugar donde tendrían la obligación de comportarse distinto y asistir, porque en la marquesina brillaba el nombre de Lasha de Sela.

Su muerte me provoca tristeza porque aunque nunca la vi actuar en vivo, era una cantante de esas con las que uno se hace acompañar mientras trata de sosegar el desorden de libros o el alma, a pesar de sus pocos discos, tres. Pero tengo la certeza de que su vuelo fue tan alto para que algún asesor de político le susurre al oído que la mujer podría estar en la lista de los próceres. No. Ella decidió su carrera donde mejor la mimaron y es prócer de una patria musical más amplia, aunque selecta y allí también hay panteón para los ilustres. En México, aún debemos superar la técnica del garrote para no morirse en la reyerta, pues el finado a quien se le pretende enterrar en la Rotonda de Hombres Ilustres… y no me refiero sólo a la del Distrito Federal.

Jaime Nunó murió en Nueva York, en el año de 1908 y fue hasta 1942 cuando el gobierno mexicano decide que sus restos son dignos de trasladados a la Rotonda de los Hombres Ilustres, en la siempre muy noble y muy leal, ciudad de México, de los palacios. Lasha, desde ya, está en el Cielo, el que describía Dante.