martes, junio 21, 2005

Ay, comandante

En enero de 1994 la noticia cimbró al país. Pero usted no descubrió ni se inventó la barbarie que los criollos hicieron sobre los indios de Chiapas. Razones históricas las sabemos; pero como a usted y a los curitas que lo esconden bajo las sotanas les gusta la ficción, le recuerdo que por los años sesenta del siglo que se nos fue, una verdadera chiapaneca, Rosario Castellanos, escribió una novela imprescindible en nuestro mentidero autorizado con toda pulcritud, la literatura. El libro se llama “Oficio de tinieblas”. ¿La inquisición de Benedicto XVI o sus patrocinadores se la han prohibido? Quítese el pasamontañas y lárguese, como cualquiera de nosotros, a una librería Gandhi y allí la encuentra. También recuerde que el periódico La Jornada, tras la cobertura que hizo de sus andanzas, perdió credibilidad entre un escaso (aunque cierto) sector que pensaba en la conformación de un México prudente y cuando apareció otro medio impreso nos fuimos a la opción del periódico Reforma; los “ultras” si le acomoda llamarnos de esa forma. Ahora los ultras ya sabemos que para saber algo concreto sobre México hay que leer cinco periódicos europeos y acaso dos gringos. Pero entre usted, sus locuras de fiebre lacandona y el destape de Santiago Creel como autorizador de casas de juego hacen que este espantapájaros de nación siga pendiente de un hilo. ¿De qué se trata el desmadrito? Acaso ha pensado usted en su protagonismo, en que su kilométrico ego no hace otra cosa que joder a un país donde estamos hartos de caudillos —¿sabe usted que es el caudillo número “417” de esta absurda historia mexicana? Claro, si desea ser un personaje de Víctor Hugo en Los miserables, le recuerdo en que la comunidad Hispanoamericana, donde al menos en eso ya nos pusimos de acuerdo: celebra los 400 años de la primera parte del Quijote, por moda o lo que guste— y que a la postre nos valdrá un carajo saber quién gobierne. ¿Se lo han dicho sus mininos fumadores de tabaco estilo inglés? Pero no, usted anda muy liado defendiendo una causa que ni le pertenece aunque las mujeres al estilo de la boba Guadalupe Loaeza se bajen los calzones de encaje cada vez que escuchan su nombre. Pero seamos francos, o sinceros, por si la palabra “franco” le remite a un pudor de aceptar Francia, que ni viene al caso. Usted actúa porque sabe que la ignorancia se traduce en miedo y el miedo es un factor imperdonable en un territorio donde reina la pobreza, donde todos hacen su caldo de cultivo. En lugar de escudarse tras su disfraz de buen ladrón, ¿por qué no funda usted una ONG que luche por hacer de este México —los muchos mexicos que creemos convivir bajo el sueño de la Federación— un país de gente pensante? Justo cuando estamos por iniciar la próxima “transición” a usted se le ocurre mandar un emplazamiento que sólo puede servir para una desestabilización. Cuando este barco empiece a naufragar, usted pasará de corriendito por La Habana, para saludar al anciano que ya es Lucio Cabañas y después se largará a la vieja Europa, ¿o qué, se llevará a sus indefensos indios en tres o cuatro aviones jumbo? Si vende Chiapas y lo cambia por un pedacito cercano a París, rememore que en el país que tanto defiende nos quedamos el resto. Digo, si usted piensa en los pobres, en los marginados, a ver, explíquenos por qué con sus actos —y los de Andrés Manuel López Obrador— mandarán el peso mexicano a la mierda. Usted quiere ignorarlo. A usted le conviene, al Peje. Ustedes no quieren ver que este país está conformado por la incongruencia y que ésa somos la mayoría… que le dejen estudiar, de menos y que es mucho, a don Octavio Paz y verá que no todo se origina como dice la Biblia, “en el pecado original”. Pero ¿qué digo? Usted y los otros, los siniestros, sólo leen los correos electrónicos que les llegan, ¿llegaban? de Dublín.