miércoles, junio 22, 2005

Los nuevos poetas

Usted escribe sus poemas para matar el tedio de las horas muertas, para decirle a la nietecita que sus cabellos son como hilos de oro o para que aquella deje a un lado su indeferencia y por fin acepte la invitación a un café, de menos. Pero también puede escribir poesía porque se considera la persona más sola en el mundo y quiere transmitir su tristeza a los demás, contagiar de la amargura al prójimo y otras cosas por el estilo. También me he encontrado a quienes piensan que escribir poemas es “ir de bajadita” o que la poesía tiene como única función de la enamorar a alguien.
Bueno. Algunos poemas son como las cartas de amor, un poquito ridículos, pero todo el que lee y sueña, sabe que en su interior ha escrito un poema, aunque jamás lo confiese. Pero cuando llega una cierta madurez inicia una pregunta, ¿si yo me hubiera atrevido a publicar? Y comienzan los verdaderos atrevimientos. Pero en ocasiones, pretender iniciar una vocación literaria cuando los años se han invertido en otros derroteros ni significa que es demasiado tarde ni garantiza que se recibirá el premio Menéndez Pelayo. La literatura es un sorteo. Pero a todo nuevo escritor le urge la publicación de su obra.
Y esto de las urgencias es conveniente y sucede que a veces se trata de la verdadera prueba de fuego. Allí es donde se comprueba la solera del oficio, porque una cosa es escribir un poema allá cada mes o cuando cambian las caprichosas estaciones del año y otra muy distinta es sentarse, a ejercer, todos los días. Pero nunca falta el vivales que le sabe exprimir el zumo a las naranjas y aprovecha tan bien la necesidad que tienen los demás.
Fíjese. Ahora, escudados en el fenómeno de que no se lee, están surgiendo “estudios de grabación” tanto en la Península Ibérica como en algunos países de Latinoamérica (México, Venezuela y Colombia) que ofrecen los servicios para: grabar poemas. ¿Cómo que grabar poemas? Pues sencillo, dos o tres locutores que leerán sus escritos más tristes o románticos, otro que ecualizará y programa el ordenador para que su obra quede inmortalizada en archivos sonoros. Esto no es malo si probamos que un trabajo, cualquiera, merece una justa remuneración. Pero surge un fraude típico, por un dinerillo más los productores se encargarán de mandar la copia de sus discos a las verdaderas editoriales, con le fin de probar suerte. Los discos nunca llegan, por supuesto.
De cuatro a seis mil quinientos pesos es lo que cuesta su poesía auditiva… pero realizada (así lo venden) con “voces profesionales”. A ver, la prueba de muchos escritos es leerlos en voz alta, si algo no “suena” es porque evidente tiene algunas fallas y habrá que buscar las dolencias sintácticas o gramaticales. No puedo imaginarme cómo engatusan a la gente que escribe mala poesía —y que regularmente deben ser los clientes distinguidos y constantes de estos mamarrachos— para que pague, en primer lugar, y después para que se quede contenta cuando escuchan la recitación de sus chorizos. Entonces la cuestión es una: tenga cuidado, no se deje engañar. Aquí se debe comprender que gracias a la tecnología y al ocio, si quiere, cualquiera graba hasta los ladridos de sus perros. Yo siempre doy este consejo: escribir, leer mucho y entrar a los concursos literarios, donde convergen las personas que tienen sus intereses puestos en lo mismo.