miércoles, junio 15, 2005

Contra la violencia

Se supone que una cruzada contra la violencia nunca está por demás y buscar un día del año para nombrarle como “oficial” con el fin de iniciar protestar sobre las cosas que van mal, pues tampoco es actividad que pueda verse con apatía. Sobre todo en esta sociedad nuestra tan dada a endilgar medallas y títulos honoríficos a las ideas más disparatadas y absurdas. Existirán los días del minino feliz, de la hamburguesa dietética o de los alimentos orgánicos que bien servirán para recordar el caos imperante y quizá entren con éxito en el calendario cívico. El problema es que para soportar cualquier implementación del “día perengano” una sociedad requiere de holgura económica, pues el ejercicio de la conciencia precisa, antes que todo, la panza llena.
Por fortuna algunos sectores de este México orondo por la modernidad se emplean a fondo en la problemática social y comienzan a mostrar acciones pertinentes. El Centro de Investigación y Prevención de la Violencia Intrafamiliar, A.C. ha emitido un manifiesto que huelga de extravagancias, pues sus planteamientos son protestar contra aquellos actos que fracturan la dignidad de cualquier individuo y no pretenden más que crear una verdadera conciencia. Nada de vender plásticos baratos a precios groseros o de cerrar calles o de hacerse visibles sólo porque no están de acuerdo. Acaso el único tinte romántico —nadie se escapa de ello— ha sido el solicitar que los simpatizantes coloquen una bandera blanca, en la entrada de sus casas, como señal de paz.
El 15 de junio se inaugura como Día veracruzano contra la violencia. Tal vez los puntos más importantes en el manifiesto es que solicitarán “Modificar nuestras leyes para que garanticen a las victimas el goce de sus derechos fundamentales” y “Brindar atención especializada, con calidad y profesionalismo a los hogares que sufren maltrato”. Soñar en un mundo de paz y concordia donde los eufemismos vengan de sobra pues servirá para las calles de Berna, pero no en los vericuetos hispanoamericanos donde la falta de leyes hace permisible la existencia del delito.
Si bien una ley a favor de la protección de la familia y la atención a víctimas es urgente, propagar estas ideas entre la sociedad civil es una tarea que requiere mayor atención por parte del gobierno. Existen centros especializados, con médicos, psicólogos y trabajadores sociales; pero nunca serán necesarios si los actos de violencia continúan mirándose con la apatía que finca la normalidad.
Es decir, hay comunidades donde es normal abusar de las mujeres porque es una situación tradicional; donde los niños de 11 años deben trabajar al igual que sus mayores (una cosa es ayudar en “la casa” y otra hacerse cargo de un trabajo de hasta 10 horas al día). Y en las ciudades, que tanto pretenden negar sus orígenes rurales, las personas de la tercera edad son carne fresca para el maltrato, bien porque ya no forman parte de la fuerza productiva o porque sencillamente, estorban.En la medida que seamos capaces de denunciar seremos capaces de advertir que la ley, no la opinión pública, propina escarmientos y acciones correctivas. Entonces quizá empezaremos por creerlo, por saber que está bien y mal. De lo contrario, pues nos quedaremos con la idea de que una nalgada equivale a una paliza, todo con el fin de volver a buen camino a la oveja descarriada.