lunes, octubre 17, 2005

De grillos, oportunistas y huracanes


El recuento de los daños causados por el paso del huracán Stan apenas comienza a sorprender a la nación, porque los afectados están igual de sorprendidos que el primer día en que observaron de qué forma se perdió su patrimonio. El presidente de la república, al igual que los gobernadores de los estados más afectados, han sabido poner la cara de “circunstancia” y no aparecer como los indolentes a quienes les preocupa más el futuro de los candidatos presidenciales de sus respectivos partidos políticos que el destino —siniestrado, por supuesto— de sus gobernados.
Quién sabe si el señor presidente y los gobernadores hacen mucho o lo suficiente, pero ni tienen alma de buen samaritano ni siguen a pies juntillas las enseñanzas de Maquiavelo... están cumpliendo una parte de sus obligaciones y como su vida no está en riesgo (ni su patrimonio) tienen la oportunidad de fustigar a sus colaboradores y ordenarles actúen rápido y aunque los señores anden con los pies mojados, la cabeza la llevan bien fría. Sin embargo esto nos enseña que la supuesta democracia mexicana aún muestra demasiados puntos de fractura y que el providencialismo o paternalismo es una de las constantes que siguen vigentes en la forma de administrar la política nacional, estatal y municipal.
La clase política que sólo ha conocido de reciclarse en los puestos no advierte que lamentablemente, por supuesto, las desgracias unen a la población y se convierten en un parámetro. Porque al final de cuentas los señores funcionarios suben a las camionetas y tras dar una bolsa con víveres regresan a sus oficinas satelitales a coordinar el asunto... y es obvio, por mucha autoridad que se tenga no pueden emular la leyenda de Moisés cuando para salvar a su pueblo de la persecución egipcia hace que se abra el mar Rojo. La humanidad (condición de un sentido frágil) le llega hasta al más pintado, pero ese carácter mesiánico hace que ellos sean los portavoces y declaren que lo peor ya pasó y que viene la reconstrucción. Si lo que se trata es de evitar el pánico, entonces que hablen con todas sus letras y declaren lo necesario, pero que no minimicen la tragedia para levantarse el cuello y expresar: “actuamos tan pronto como pudimos”.
Ya hay denuncias sobre los abusos que se están cometiendo en algunas regiones de los estados de Chiapas y de Oaxaca; las rencillas políticas vienen a cobrar fuerza y creemos que se trata de asuntos muy locales, porque se ha dicho, que en los comités nacionales de los partidos lo que interesa ahora es decidir a qué pelmazo le darán la banderita para que salga a conquistar el mundo.
Quizá en zonas donde la fuerza de la naturaleza no castigó tanto comienzan a organizarse las colectas de víveres, ropa y medicamentos. Pero al fin en el país de las etiquetas, tan pronto se sitúa una mesa o un centro de acopio sobre el mismo lugar ondea soberana la pancarta de la asociación o grupo que realiza la colecta. ¿Quién puede ayudar más o menos? Nuestra necesidad de mostrar qué tan buenos somos lleva indudablemente a sacar relucir los peores rostros; que si la colecta es emprendida por la iglesia católica, la Cruz Roja, la iniciativa privada, los masones o los contertulios de bar de la esquina es lo que menos debe interesar. En fin, a río revuelto, ganancia de los desconsiderados.