viernes, octubre 14, 2005

El dulcero


Me dicen, aquí, los de la flota, el Juangrabiel, porque desde endenantes que comercio en esta cantina y en casi todas las de la avenida. Entonces me conocen todos y parece que tengo algo así como ángel porque les caigo en pandorga y nomás me ven entrando pues me chiflan para que les venda unas semillas, unos garapiñados o de a tiro los que train más fierros pues se animan con una bolsita de pistaches, porque los chicles nomás las doñas y en veces que una cajita con tres chocolates de cereza al vino y así por el estilo. Mj, sí, ajá, sí. Y ya bien entrados con las cheves o el mero pisto, porque yo también me echo unos buches, pero yo no los pago, les canto puras del Juanga que son las que mejor me salen y por eso me dicen de esa manera, pero qué, a mí me gustan las hembritas, aquí lo sabe todo el mundo. Las canciones me gustan porque como que salen del meritito corazón, aquí bien dentro del sentimiento. Pero son tranquilos, aquí la flota; aunque de repente nunca faltan los culelles. Vea que los clientes son de todo, hasta profesionistas.
No, si antes de entrarle al comercio estibaba cajas en una bodega. Pero hay que ver lo que dice el mero mero, es mejor ser patrón que gato. Y aquí se la lleva uno tranquila, en veces que saco hasta cien pesos libres o como el otro día, que vinieron a dar unos diputados y casi me compran media canasta. Estaban bien perdidos y como a eso de las tres de la madrugada que me agarran de mandadero para comprarles unos tacos. Propinota que me fui sacando.
Ora que ya faltan nomás dos meses pa que empiecen las posadas y como que mejora la cosa, siempre. Ya estoy en tratos con un compita que me va a traer gorros, guantes, bufandas y unos ositos de peluche. Preciosura, verdad de Dios. Úchalas, pues los consigue en Tepeaca, pero es cosa de salir en la noche porque los camiones de mercancía los abren en la madrugada. Buen negocio, eso sí. Los muñequitos train una pila de reloj y cuando se les aprieta la barriga en lueguito se arrancan con unas canciones navideñas que suenan como a las ardillitas. Mj, sí, ajá, sí. Se vende un chingo, porque ya cuando están pedos como les entra la nostalgia por sus chavos, sí... no falta el güey que de la cartera saca las fotos de los más chiquitos y entre que le agarran la nalga a la ñora que tienen en las piernas y les enseñan la foto a los amigos, pues bien que les llevan sus juguetitos a sus hijos.
Pero al año pasado sí que estuvo fea la cosa. Es que yo me atonté y en la madrugada me detuvieron los cuicos. Que me apañan dizque por el operativo de Navidad y para revisarme si no vendía droga y esas madriolas. Tranquilos mis polis; como si no me vieran todas las noches, aquí, de cantina en cantina. Miren nomás que yo soy el Juangrabiel. Pues ya nomás pásanos unos ositos, que me dicen. Leros, me bajaron como veinte monos y unos discos de los Tigres del norte, Paquita la del barrio, Julio Iglesias, quesque porque era fayuca pirata. Ah, ¿y a poco hay fayuca original? que les pregunto. Me van limpiando la mercancía y así, pues ¿cuál ganancia? Ora querían que fuera a reclamar al cuartel con las facturas en la mano. Sí, cómo no, ya me veo de inocente y creído pensando que me regresan mis cosas.
Bien que me acuerdo porque fue el día de la Guadalupana del año anterior que pasó. De tanta muina que traía que me vengo aquí, a La nuez y me puse una parranda de aquellas. Órale mi Juangrabiel, cántenos para que se le quite el coraje. Y ahí estoy, cante que cante. No, si hasta me daban ganas como de irme yendo a mi pueblo. Pero nomás pensarle al frío y perderme de los amigos y el relajo: que me quedo. Mj, sí, ajá, sí.