lunes, octubre 24, 2005
Desacuerdos e incomodidad
El filósofo Leszek Kolakowski afirma que: “La Ilustración a veces se burló del conocimiento histórico o no le tenía respeto, ya sea porque la historia, con demasiada frecuencia, es una infinita exhibición de la estupidez y la crueldad humana...” Y el pensador lleva su carga de parte sobre este comentario. Claro, los puristas deben asegurar que cada época tiene sus variables y constantes y de ellas se aprende. Quizá la defensa tenga aplicaciones desde atrás del escritorio, pero en el tinglado de la política nacional acaso la única comparación que esto acarrea son las dos terceras del siglo XIX mexicano.
En los umbrales del siglo XXI el gobierno mexicano da trazas de no saber qué hacer con parte de la soberanía que aún le queda... como pasaba cuando recién Nueva España se independiza de su metrópoli ultramarina; entre conservadores y liberales discutieron hasta las balas por el proyecto que la joven nación tenía que adoptar. Los más sensatos recomendaban una monarquía nacional, posteriormente una lenta transición hacia un gobierno liberal y parlamentario. Existieron los intentos. Claro, allí están las discutidas figuras de los cuatro “grandes lastres” del XIX mexicano: Agustín de Iturbide, Antonio López de Santa Anna, Maximiliano de Habsburgo y Porfirio Díaz Mori.
Sobre estos cuatro gobernantes, no individuos (el conocimiento de las manías personales es sólo para aderezo de la ensalada,) se puede argumentar, de atrás hacia delante. Uno. Porfirio Díaz es el primer mandatario del México independiente que encuentra una nación más o menos consolidada; el país ya estaba devastado como para emprender otra guerra interna o defender su territorio. La entrega de la pre-industrialización al capital extranjero es obvia cuando se observa que los caudales de la nación sólo residían en su riqueza natural. Era necesaria la inversión externa.
Dos. El segundo imperio mexicano con Maximiliano de Habsburgo a la cabeza fue una espada de dos filos. Aunque católico, el archiduque austriaco le salió a la aristocracia tricolor más rojo que el indio Benito y lejos de dictar protocolos para su corte trató de meter al clero en cintura e incluso, entre sus efímeras leyes quiso reglamentar la prostitución. Pero sólo gobernó a los pocos zalameros que le endulzaron los oídos. La victoria de las armas liberales se debe, en buena parte, gracias a la guerra que Francia emprende con Prusia y eso motiva al retiro definitivo de las tropas napoleónicas.
Tres. La figura más polémica y odiada es Antonio López de Santa Anna; locuaz y romántico de su tiempo. Nunca gobernó en realidad, posaba las nalgas en la silla presidencial, dictaba locuras y ojo, a los días se largaba a su haciendas veracruzanas para jugar a los gallos y dejarse mangonear por sus mujeres. El territorio que se perdió estaba despoblado. Cuatro. El primer empeorador fue Agustín de Iturbide. Ni la debía cuando entró “por casualidad” al templo de la Profesa y la junta de notables, españoles en su mayoría, le ofrecen la corona de México. Cuando intenta hacer algo, lo enjuician y hasta la tumba.
¿Quién es quién en la nueva telecomedia mexicana? O Kolakowski tenía sus vodkas cuando dijo que la historia, para la Ilustración, era puritita exhibición de mala leche.