miércoles, noviembre 09, 2005
Evangelización lectora o "estampitas"
Esta mexicanidad, este barroquismo tan bien adaptado a sus churriguerescas formas depende en gran medida de algunos usos y costumbres que provienen desde el periodo conocido por el nombre de la Colonia. En aquellos orígenes podemos rastrear el uso y la manía por las estampitas que reproducen motivos religiosos. Un texto que aclara entre muchas otras cosas la cuestión de la estampa, es La lectura de Evangelización en la Nueva España, de la historiadora Pilar Gonzalbo —Historia de la lectura en México. Colegio de México. 1997.
“Junto a la espada llegó la pluma... muy cerca de la cruz estaba el libro... [que] se convertía en instrumento de difusión de la cultura y vehículo de expansión de creencias y justificación de actitudes” (p. 9).
No únicamente se consumían como lecturas los tratados teológicos y los estudios jurídicos “...sino también los libros de caballerías, las novelas pastoriles, picarescas y las obras poéticas” (p. 10). Y para comentar sobre el proceso de evangelización, se ahonda sobre la necesidad que tuvieron los frailes de aprender las lenguas naturales, para la elaboración de sermones y doctrinas. De aquí la existencia de los catecismos escritos en lenguas como el náhuatl. Sin embargo aquí se vierte una idea del colonizador, de la mentalidad occidental frente a la aparente servilidad de los indios. Fray Bernardino de Sahagún, en sus sermones, emplea y recomienda a sus colegas que aconsejaran sobre el ejercicio de las virtudes como la humildad, austeridad, desinterés y pobreza (p. 12). No menos que inocular la creencia del paraíso celestial, donde tras el sufrimiento en vida, a la hora de la resurrección todos serían iguales a los ojos de Dios.
Y para rendir una idea de lo que fuera una actividad editorial, entre 1539 y 1585 “...se imprimieron en la Nueva España doctrinas en cantidades muy elevadas, la mayor parte de ellas en lenguas indígenas... Al establecerse el Tribunal del Santo Oficio (1571) aumentó el rigor en la censura de libros... (pese a que algunos franciscanos fomentaron las traducciones) ya sea en libros impresos o ‘de mano’; los fieles de cualquier calidad sacarían provecho de la lectura de obras de sana doctrina...” (p.13). Y a esto de los libros hechos a mano, son encuadernados pero realizados en manuscrito.
Se elaboraron libros pictográficos que “...más que reproducir la doctrina, sugerían su contenido por medio de imágenes... Los catecismos en imágenes vinieron a ser el desarrollo de la primitiva idea de adoctrinar a los indios con la ayuda de lienzos pintados... por estampas y figuras se enseñaba a los naturales el aborrecimiento del pecado y el deseo que deben tener al bien soberano del cielo”. A los misioneros fue recomendado “...el empleo de ilustraciones relativas al pecado, su castigo, la necesidad de arrepentimiento” y tras el sermón preparatorio a la confesión se distribuían entre los oyentes “...algunas estampas con el mismo tema, para que las conservaran en sus casas y les sirviesen de recordatorio... La afición de los indios por las imágenes pintadas sirvió también para facilitar la recaudación correspondiente a la Bula de Cruzada, que se predicó en Nueva España en 1575. A falta de impresos con el texto canónico se vendieron estampas, que a los indios les gustaban mucho más y cuyo valor espiritual quedaba refrendado por la autoridad del obispo” (p. 16).
Así pues, el sentimiento moral predicado entre la existencia de los infiernos, del castigo, el árbol de los pecados y su respectiva redención fueron materia no sólo de frases expresadas desde los púlpitos; las palabras acompañadas por injurias no bastaron. Aunque analfabetas, a los indios se les instruyó por medio de las imágenes, de la lectura colorida que hacía crecer su pensamiento.
Y este mecanismo de transformar a través de imágenes no ha sido privativo de la Nueva España. Para el México independiente, cuando Iturbide emperador quiere sanear la economía monetaria recurriendo al uso de papel moneda, tiene que disponer se imprima en la otra cara de los billetes imágenes religiosas, con tal de que la población no los queme.