viernes, noviembre 11, 2005
¿Inteligentes remedios?
Si rinocerontes quedan unos cuantos gracias al cautiverio de los zoológicos y reservas fue en parte porque al hombre le gustó su cuerno para atribuirle poderes sexuales, es decir afrodisíacos. ¿Qué semejanza le encontraron a ese pitón con el falo, sin que las dos palabras caigan en nuestro juego de albures? Vaya a saberse, quizá por la rigidez, pero en el mercado negro de Oriente aún se comercia con el polvo del cuerno que es ingerido previa mezcla en vino o aquella ambrosía que se bebe a partir de los griegos. El imaginario del humano, en pro de sus beneficios privados y colectivos, ha obrado desde milagros hasta desastres con el prestexto de transformar a la naturaleza, al entorno.
No es sólo Oriente; en su totalidad, las culturas a través de los siglos han buscado con ahínco la fórmula y la magia para atribuir poderes sexuales a los alimentos. Unas veces la forma determinaba el abuso de un producto, siempre que existieran las semejanzas físicas con los órganos en cuestión. Raíces, flores y frutos eran y son molidos, mezclados, añadidos o empleados como amuletos que despertarán los sinuosos caminos de la pasión.
Así, entre ensayo y error, en el consabido “por si las moscas,” en los mercadillos populares mexicanos se expendían los huevos de tortuga. Claro, si el cagüamo vivía tanto y era tan potente, ¿qué milagros no obraría una taza de colesterol batida en refresco de cola? Una tortuga menos, por supuesto. Y que durante la noche cenara Pancho; seguramente una leyenda que viene de algún don Juan que ponía cornamentas y no dejaba viudas sin consuelo. También cornamentas de toro para evitar que en la casa pongan las de un buey. Ya terminados los remedios naturales, porque nos acabamos a la naturaleza, pues los químicos hacen bien su función y sirve lo que se parezca. Entre revistas para caballeros y televisión el ego del macho sangre gracias a la proliferación de anuncios que venden la panacea para todos los males relacionados con la sexualidad masculina.
En el México bravo no existen los urólogos; el dictamen se otorga en bares y entre los amigos, purititos hombres de los pies a la cabeza: se para o no se para, punto. Con frecuencia se confunde la disfunción eréctil con la fertilidad. Con frecuencia la culpable es la mujer, porque no conforme con criar a los hijos, hacer piruetas con el dinero del gasto y tener la casa como tacita de plata, a la hora de la verdad se hace la muy cansada y ni modo, uno es hombre y requiere atenciones y cariños, como todo señor jefe de familia.
La ignorancia hace ricos a miles e infelices a millones. Té del gallito, sangre de toro, ging-sen, comprimidos de ajo, benzocaína... mercado negro disfrazado de verde, porque mientras prevalezca la desinformación estará al día cualquier brebaje en una tierra donde lo que no mata, engorda.