miércoles, diciembre 14, 2005

La mejor Tregua es de Benedetti


Quería abstenerme de venenos y comentarios, pero en las columnas “nacionales” de los periódicos que se pueden leer en línea (Intenert) me he topado con plañideras y bravucones que declaran abiertamente no saber de qué van a escribir ahora que los señores políticos se irán a beber daiquiris a La Habana o sendos martinis a Nueva York. Y como buenos políticos aztecas, si se largan a la vieja Europa seguro, pero seguro, que les entrará la nostalgia del nopal y las tunas y pedirán su ron con coca-cola. Y es que eso de la tregua está por verse... porque de un verdadero acuerdo, de un pacto entre damas y caballeros pues nada más no se enteró nadie.
Claro, mientras no suceda otra desgracia causada por el mal uso que damos a los recursos naturales, pues todos andarán tranquilos eructando el pavo con todo y castañas. Pero ya verá, como los mexicanos no entendemos y nos encantan, también, los cuetes (que debo escribirlo “cohetes”) pero a los que se les pone pólvora en lugar de agua mineral, pues no tardará que al mínimo incendio —repito, ojalá y no se trate de algo lamentable, como sucede cada año— y luego, desde munícipes, gobernadores y hasta secretarios de Estado aprovecharán la “de malas” para mostrarnos lo tanto que les apura la seguridad pública.
Y es que ya en las proximidades del año electoral o el de “Hidalgo” lo que importa es salir en la fotografía, con pose de señoras de sociedad que cada diciembre se acuerdan de la existencia de los menesterosos y se lanzan a las calles para que los reporteros de sociales cubran la nota mientras ellas regalan un suéter raído. Obviamente eso no cabe en la palabra “proselitismo” porque significa una ayuda a quienes más la necesitan, ni siquiera el diccionario político de Bobbio se atrevería a incluir estas acciones como una alevosía. Para intranquilidad de mis compañeros que de política no desean escribir sobre otra cosa, cruzaremos los dedos para aguardar alguna burrada por parte de los grillos nacionales. Ya verán como el ex payasito Brozo se disfraza de Papá Noel y en su costal les tiene, chance, uno de esos videos que han convertido de los analistas, verdaderos críticos de la cinematografía mexicana. Total, que yo entre los Almada y los politiquillos no encuentro grandes diferencias, todos son pésimos actores. Pídanle a Dios que el buen corazón de Trujillo se ablande.
En el fondo, muy en el fondo de mi perversa alma quiero ser inocente y pensar que los escritos sobre el tema se tratan de una verdadera ironía. Aunque reconozco mi desconcierto cuando se lo he leído a personas de la talla de Jorge Volpi y Guadalupe Loaeza, porque se supone que ellos son escritores y pueden hablarnos de libros, de los suyos, si el ego les gana tanto, pero también a los lectores del país puede interesarles un chapuzón en la fantasía, en la literatura. Y de los periodistas que argumenten no tienen el don de la “mentira refinada” pues entonces que le echen un ojito a las crónicas de los periodistas del siglo XIX (la editorial Cal y Arena ha recopilado muchos trabajos bajo la serie llamada Los imprescindibles) y van a percatarse que dentro de ese convulso siglo diecinueve leerán textos que sólo tratan de lo azul que está el cielo en la ciudad de México.
Por mi parte, para Tregua, la de don Mario Benedetti, pero el libro, porque de la última versión fílmica sólo los atributos de Adriana Fonseca valen la pena.