jueves, diciembre 15, 2005
Las marcas y el cine
La otra tarde charlaba vía telefónica con un arquitecto dilentante o será que conozco a pocos arquitectos y como este lee como un endemoniado, pues siempre me apantalla. El caso es que él defendía una postura nada ingrata al decirme que la cocina, cualquiera que esta sea, se trata, en el fondo, de una verdadera cultura, de un verdadero placer que sólo se le reserva a los buenos paladares, que a su decir, son como los lectores comprometidos, que no se les engaña con cualquier guiso fácil.
Y es que es la verdad. Aún que yo había aceptado sus ideas sin poner una mínima dosis de incredulidad, sacó a colación el tema del cine. Ah, contesté yo, más como un petulante entendido que como un verdadero cinéfilo. Allí comenzaron los líos, porque entonces él se tomó aquel tema muy en serio y se dio en preguntarme directores —sólo vean qué inclemente— que hubieran rodado filmes cuyo tema central o básico fuese la cocina. Lo primero que asaltó a mis danzantes neuronas fue “Como agua para chocolate”, pero no la novela, sino la cinta de Alfonso Arau. Pero al percatarme de que me las estaba viendo con un entendido de pipa y guante preferí hacer lo que los idiotas: “Ajá, qué interesante”. Quizá un sensato se hubiera dado por muerto y de paso habría ganado una buena lección, de esas que a veces resultan tan magistrales y vía telefónica.
A los minutos ya estaba, yo, echo un embrollo ante una cantidad insolente de títulos. Algunas cintas las había visto, pero de otras era la primera vez que me las mencionaban. Le comenté, como para salir del apuro, que también el tema de las mentalidades se podía observar en cualquier filme. Entonces, lector y cinéfilo como es él, me preguntó sobre mi director favorito. Allí no dudé y tal vez esperando una imaginaría mueca le confesé que los de cabecera, en mi caso, eran Luis Buñuel y Carlos Saura… Touché… hizo una pausa y varió ligeramente el tema… de los españoles no sabe mucho y estaba a punto de soltarme, entonces ya era mi turno, una lección sobvre cine ibérico y mexicano cuando —es el peligro de hablar con gente tan aferrada— me varió la conversación hacia lo que se estaba exhibiendo en las salas cinematográficas.
En esto último, sin lugar a dudas, uno siempre tiene la oportunidad de esgrimir la disculpa más compresible: “Ir a una función normal está por los cielos y no gano lo suficiente como para darme el lujo de reseñar películas de moda”. Y docto, como ya se sentía con el cetro entre las manos, inició su monólogo al referirme las novedades. Y según que tenía que ir a ver esta y esta otra y de cada una sólo faltaba que me proporcionara la ficha técnica. ¿Inventarme que debía escribir una nota a eso de las once de la noche? ¿Que mi abuela estaba agonizando por la maldita angina de pecho y yo era el encargado de largarme a buscar a un cura? ¿Que se me estaba quemando el café? O en el más exagerado de los casos que debía acudir a una farmacia porque al niño se le terminaron los pañales. Es muy complicado vivir en un planeta construido a nuestras mínimas exigencias, pues cuando uno desea echar mano de la vida cotidiana nadie se lo cree.
Ah, y como un dulce milagro me habló de un filme alemán que protagonizaba un actor turco. Sí, que aún no la ponían en cartelera pero que gracias a sus caminatas por el centro histórico de la ciudad ya tenía en sus manos el DVD en su mismísima versión pirata. “Aquí no me ganas” esbocé con una risita malévola. Se llama tal, sí, no la he visto, pero a que no has leído la entrevista que le hicieron al actor que lleva el papel protagónico. Pues que no, ¿y tú de dónde la sacaste? Pues de dónde va a ser si no de la revista Playboy, la mexicana, del mes de diciembre. Que no. Que sí. Que yo la tengo. Pero no la has leído y de seguro nomás viste en cueros a la actriz de “American Pie”. Déjame ver, ¿me das un minuto? Claro, dije yo triunfante y en lo que mi rival corroboraba me acordé de la maestra de secundaria que una vez me encontró un ajado ejemplar de Signore en la mochila y moviendo negativamente la cabeza decía: “¿Crees que la pornografía te va a llevar a algún lugar?” Si yo le hubiera echo caso, la otra noche hubiera quedado rumiando mis rabias contra el entendido del cine.