miércoles, enero 18, 2006

Cubanías


Me encontraba en los ajustes de las últimas líneas a un cuento que tal vez pronto habrá de publicarse cuando la hora de los desesperados me llegó e irremediablemente eché mano de la reserva de cigarrillos “Popular” —con filtro— que me trajo amablemente un pariente de su viaje a La Habana. Y como en cuestiones de tabaco jamás he mostrado remilgos, se me hizo buen momento (dado que hacía casi año y medio en que no escribía un cuento, uno de verdad) para descorrer el celofán que guardaba la “frescura” de los cigarrillos. Buen aroma y un sabor que prometía joderme aún más la maltrecha garganta, cantatas de Bach en el reproductor, los restos de un café expreso, la promesa de ir con el dentista a media semana, los compromisos creíbles del oficio y una aurora que demoraba, eran sin duda buenos augurios.
Hice lo que cualquier fumador desesperado: encendedor en mano abrí mi cajetilla. Los ojos se me tornaron de café claro a quién sabe qué color cuando me percaté de que en la cajita inmaculada faltaban tres cigarrillos. Como si fuera un olvidadizo tan poco obvio volví sobre mis últimos pasos, y sí, el paquete adolecía de tres soldados que habrían de ir a hacer combustión justo a mis pulmones. El ingenio cubano, pensé con un dejo de cierta desfachatada alegría e irremediablemente traje a mi mente la lectura de una voluminosa novela de J.J. Armas Marcelo, Así en La Habana como en el cielo, el periodista-escritor que a veces conduce con Pepa Nieto los “desayunos” en la televisión nacional de España.
La novela de Armas Marcelo es una verdadera guía turística para quienes pretendan adentrarse en los callejones de La Habana y en la vida de aquella joya caribeña. Yo leí la impresión número dos que editó Alfaguara y a pesar que no fue muy original en titularla, el canario (es probable que recuerde mal, es oriundo de Islas Canarias pero o explícitamente de ¿Santa Cruz de Tenerife?) hace una radiografía excelente de lo que es la Cuba bendita por Dios y maltrecha, por el bloqueo económico y la dictadura de Fidel. Pero fue en esa novela de Armas Marcelo donde leí por vez primera la palabra “cubanía”.
Una cubanía se trata de una broma, pero hecha con la finura más exquisita y efectuada, además, a un tiempo donde la víctima ya no puede reclamar los daños. Así, puede ser desde vender agua pintada por ron que hace de la ciudad capital un “Club” hasta cigarros puros, pero con restos de picadura como verdaderos Romeo y Julieta. Petra Porter, uno de los personajes principales en la historia de Armas Marcelo, una cubana de rompe y rasga, le dice mientras observa el mar: “¿Sabes tú, Marcelo, cuando esto se acabe y un extranjero quiera llevarse a una de nosotras, le va a costar un banco lleno de fula sacarnos de Cuba?” Y esto lo consigno en estas líneas por lo mucho que se engordan los mitos de las mujeres caribeñas... lo que quieren la mayoría del pueblo es oportunidad y dólares, ahora ya se trata de euros.
¿Quién se regresará a reclamar si faltan tres o cuatro cigarrillos en una cajetilla? ¿Quién, después de haber observado tan de cerca la preparación del pueblo, pero la necesidad que convive, es capaz de reclamar por una cubanía más? Finalmente se ha estado en una de las ciudades más bellas del mundo, frente a un mar que cuando está embravecido parece susurrar la historia de cada barco que ha llegado hasta su bahía, se ha andado por sus amplias avenidas o bajo los portales, que socorren de un sol tropical.
Quien pretenda visitar la ciudad caribeña, aún bajo los tiempos del comandante Castro, tiene que buscar la novela de Armas Marcelo, porque entonces no le resultará extraño que alguien le quiera jugar una cubanía. También, del mismo autor, se puede encontrar la novela “El Niño de Luto y el cocinero del Papa”... en los dos materiales el habla popular se mezcla con una buena descripción de la vida habanera; de las costumbres, de sus personajes más recurrentes. Una ciudad que si está de rodillas aún guarda el encanto de su belleza; un país habitado por gentes amables, y eso no les quita lo que les cuelga el escritor canario: afectos al deporte nacional, “radio bemba” y a jugar cubanías a los despistados turistas.