
No todos los pajaritos son cantarinos ni pesan unos diez gramos. En la corrida de la tarde de ayer, en la Plaza México, el segundo toro de la tarde llamado Pajarito (503 kilos de peso), se brincó, así literalmente, la barrera; seis lesionados, asustados, rechiflas y la inauguración de un tema que dará mucha cuerda durante la semana: el maltrato a los animales. Aunque claro está que los asistentes a las corridas de toros están conscientes de los probables riesgos a los que se enfrentan, las posibilidades de una catástrofe provocada por los animales de lidia es mínima. En esta ocasión el saldo ya está dicho.
Ha sucedido, en cambio, que las plazas de toros —no fijas— se desplomen, que el mismo público ocasione desbandadas y con ello atropellamientos y heridos, que en las ferias de pueblo (lo he constatado) no falta el borracho que pretende pasarse de valiente y se aviente al ruedo. Había sucedido que el público, enardecido por la pasión taurina y los alcoholes arrojaba las botellas de cerveza, vacías por supuesto, al picador y algunas buenas mentadas de madre y resultaba más animal el que desde las gradas veía el espectáculo que la bestia que bufaba ante cada estoque. Una medida fue evitar el acceso con envases de vidrio —total, dentro de la plaza se vende licor a diestra y siniestra. Pero de que sigue habiendo una fiesta de barbarie resulta una verdad que los aficionados no podemos negar.
Y es una lástima que mataran a Pajarito, aunque merecido se lo tenía; cuando nació y lo marcaron en la ganadería los vaqueros que lo cuidaron sabían de todas formas que un matador iba a intentar atravesarlo con la espada, tarde o temprano. Es el destino de los toros de lidia y también el de una industria que alimenta la asistencia de pueblo de a pie, de artistas, políticos e intelectuales; que muchos no se hagan de la boca chiquita. Pero si la osadía del animal hubiese tenido alguna manera de agenciarle el indulto, pues bien lo hubieran regalado al Cabildo de Tlacotalpan, quienes por lo visto han antepuesto el recurso de respetar los usos y costumbres para salir con la cantaleta de que siempre sí, que en la Perla del Papaloapan los toros seguirán con el recorrido por las calles del pueblo y el consiguiente embalse.
Y en Tlacotalpan no había prohibición sino una acción que grupos de intelectuales y de defensores de animales aplaudieron al gobernador del Estado: moderar los desmanes que contra los “toros” se cometían durante la fiesta. El asunto era más sencillo, respetar la tradición pero tratar de evitar que una muchedumbre alcoholizada jugara con seis animales como si se tratara de costales de papa. Las desafortunadas reses que corren despavoridas por las calles donde el resto del año es un pueblo apacible no están criadas para embestir, aunque una respuesta de ese tipo obedezca a su propia naturaleza y es que sabemos de la existencia de lastimados, pero en todo caso la mayoría de las veces resulta por el estado de intoxicación etílica y por los empellones.
Cuando la recomendación del ejecutivo estatal fue anunciada, el apoyo no se hizo esperar. Claro, había dudas y se quería ver cómo se evitaría, porque entonces significaba que en otras ciudades del estado de Veacruz, como Xico, se adoptarían los mismos procedimientos. La cosa es que no se permitió siquiera hacer el intento. Pero si en Tlacotalpan y Xico los animales (de dos patas) se empecinan con imitar a lo que hacen en Pamplona, en poblados como Misantla el “toro gol” es otra barbaridad. Se trata de echar una vaquilla al ruedo y organizar dos equipos de “fútbol” que prefieren al animal que a la pelota. El premio es una dotación de botellas de ron y quien pase al toro más veces por la portería enemiga, es el triunfador. ¿Ustedes creen que algún sobrio se avienta al ruedo? Ahora imaginen lo que hacen con el cuadrúpedo.
Pero ya que el pueblo, atlético y tan aplicado en cuestiones campiranas desea tanto a los toros, pues que les presten a unos cuantos pajaritos, para meterlos en la jaula de estos valientes que nomás por andar con tres copas encima se las dan de muy machitos y guadalupanos. Total, valor es lo que sobra y toros de lidia, aunque no son nada baratos, también.