
En los últimos días en que suceden los estertores del mes de amor, los amorosos, los amigos con derecho a opinar sobre la dureza o flacidez de las carnes de sus otros amigos, quizá hacen un poco de provecho las lecciones de un poeta de tiempos del imperio romano, que se dio a la tarea de crear una especie de “manual” para los amantes de su época. Nacido alrededor del año 43, antes de Jesucristo, Publio Ovidio Nasón fue un escritor prolífico, exitoso. En el año 8 de nuestra era fue enviado al destierro. Según algunos biógrafos aquello obedeció a dos causas: una indiscreción o bien la publicación de su Ars amandi (El arte de amar). Pero como esto puede servir de muestra a quienes piensan que el primero en adentrarse a estos temas fue Eric Fromm, vengan algunos subrayados a los tres libros de la obra de Ovidio, que, de paso, fue uno de los escritores que versaron sobre el amor y que fueron más influyentes durante toda la edad media.
LIBRO PRIMERO
“La noche oculta las imperfecciones; disimula los defectos. En su penumbra, cualquiera nos parece bella y digna de nuestros ímpetus.”
“Conviene al varón no precipitarse en el ruego, y que la mujer, ya de antemano vencida, haga el papel de suplicante”.
“Tanto las que ceden pronto como las que rehuyen mucho, gustan de ser cortejadas”.
“Tu primer cuidado ha de ser tener amistad con la doncella de la mujer que ames... Cuando el corazón está contento, todo él se ensancha y entonces Venus se desliza dulcemente en sus repliegues más secretos.”
“... no siempre es seguro el ataque a una beldad tierna. Importa en ocasiones aprovechar la ocasión favorable... Una mujer sabe encontrar siempre los medios para apropiarse del dinero de su amante apasionado.”
“Tantea el terreno, primero, con una carta tiernamente redactada, y que ella sea el mensajero de tu disposición cordial; que ella le diga todas las ternuras que pudiera apetecer y le suplique, sin sentir humillación alguna, su amorosa correspondencia... Promete. Sí, promete y siempre y promete mucho, porque el prometer no arruina a nadie, y no existe quien no se pueda dar el gusto de ser rico en promesas... Ten en cuenta que si regalas algo a tu amante antes de haberla poseído, es muy fácil que te quedes sin regalo y amante.”
“Voy a indicarte la justa medida que debes observar cuando bebas. Que tu espíritu y tus pies guarden constantemente el equilibrio... La mesa y el vino no deben inspirar más que una dulce alegría... La embriaguez verdadera produce disgustos, pero la falsa puede ser de gran utilidad”.
LIBRO SEGUNDO
“Sí, la has conseguido. Pero tanto mérito como conseguirla es saber conservarla... Si la conquista es obra del azar, conservar lo conquistado es obra del arte.”
“Los llamados filtros amorosos que enferman la razón, y, si acaso excitan los sentidos, de nada sirven a los amantes. Créeme: rechaza todo lo artificial en tus deseos. Sé amable si quieres ser amado, porque ni la belleza del rostro ni la arrogancia de la figura son méritos suficientes para asegurarte el triunfo... ¡Frágil don el de la belleza! Se aniquila a sí misma cada día que pasa”.
“El amor nada más se alimenta de palabras tiernas... en los oídos de una amiguita sólo pueden sonar suspiros y voces lisonjeras... No pierdas nunca la cabeza... Las guerras, con los partos. Con las amigas, vida de paz, y juegos y delicias para mantener la ilusión... Si sabes aprovecharte a favor de la corriente es muy fácil que logres atravesar el río.”
“Los celos estrangulan los más firmes amores; rompen las uniones más firmes. Por eso el hombre cauto no debe provocarlos ni excitarlos jamás. Esto no quiere decir que te condene a exclusivismos. Diviértete cuanto quieras y puedas, pero encubre tus deslices con la misma precaución que si de huertos se tratase. No hagas a una amiga regalos que otra pueda reconocer, y cambia con mucho tino, diariamente, las horas de tus citas y el lugar de ellas”.
LIBRO TERCERO (para ellas)
“Yo enseño amores fáciles, alegres, intrascendentes... Tengan muy en cuenta que la vejez se aproxima a zancadas y no pierdan ni un instante de su juventud... No está muy lejano el día en que ya vieja, recuerdes con melancolía al amante que rechazaste; pasarás las noches solitarias, con frío en el corazón”.
“Quiero hacerlas comprender que por algunas dádivas que derrochen no habrán de quedarse en la indigencia... Don de los dioses es la belleza y por eso muy pocas mujeres pueden enorgullecerse de haberlo recibido. La mayoría entre ustedes carece de dote tan valiosa y sugestiva; pero los afeites y ungüentos hermosean el semblante...”
“... el arte sólo embellece cuando se disimula... Censuro que empleen la médula de ciervo o limpien sus dientes delante de testigos. Todo esto aumenta la belleza, pero es desagradable a la vista. ¡Cuántas cosas resultan repulsivas al hacerlas y, sin embargo, unas vez hechas, cómo nos agradan!”.