
Los únicos mineros de este mundo que serán felices ad infinitum ni siquiera son humanos; guapos, fuertes o arriesgados, porque además de ser enanos son de ficción, de a mentiritas. Se trata de los creados por los hermanos Grimm, que protegieron a la princesita Blanca Nieves de las garras de la malvada madrastra, una terrible bruja que vigilaba más allá de las siete colinas. La historia de los románticos escritores alemanes, Jacob y Wilhelm Grimm, fue llevada al cine, en 1937, por el exitoso padre de la industria cinematográfica dirigida al público infantil: Walt Disney.
Hay quienes pretenden analizar la adaptación que hiciera Disney buscando las posibles alegorías, equiparar a cada uno de los enanos con los siete pecados capitales; hay otros, más ociosos, que se han hecho una pregunta fundamental sobre el tema: “Si Blanca Nieves tenía relaciones sexuales con cada uno de sus defensores, ¿qué día de la semana lo dedicaba al descanso?” Pero si de figuraciones se trata, pareciera que el mero mero de los líderes de los mineros en México ahora está tratando de escapar de la bruja que lo acusa de supuesto robo (en este país todo es un supuesto). Sus enanos ya se han movilizado para defender al bienamado Napoleón Gómez Urrutia.
Don Napo o el “Napito”, como los medios se han dado en llamarlo, con supuesto cariño; anda a salto de mata en algún lugar de las inhóspitas minas del norte del país. Pero la efervescencia no permite esperas y una veintena de importantes asociaciones sindicales han dado muestras de apoyo al controvertido líder. Él mismo ha señalado en conversaciones telefónicas sostenidas con varios comunicadores que se encuentra en México, que ni piensen que nos está hablando tumbado desde una hamaca en Río de Janeiro y ya se dejen de embromarle, que lo importante es llorar por las 65 muertes en la mina Pasta de Conchos. Total, cincuenta y cinco millones de dólares (que es por lo que busca la autoridad judicial, para aclarar la supuesta posibilidad de un fraude) son como quitarle un pelo a un gato, en la humilde opinión de cualquiera de los dirigentes sindicales mexicanos.
Aquí se trata de que los enanos están empecinados a defender a su princesita de pastel; o al menos los enanos son quienes acuden a las marchas solidarias, a los mítines, porque el sueldo que obtienen ni siquiera les permite imaginar lo terso que puede ser una corbata de seda italiana que rodea el cuello y disimula la papada de don Napo. Ellos, los de abajo, no tienen el mínimo derecho a lucir las manos limpias, como le encantaría a Felipe Calderón, porque como trabajadores que son, no hay de otra, se las tienen que ensuciar. ¿Es la barbarie del sindicalismo en México o la verdadera unión de personas conscientes de evitar una injusticia que supone acusar al buen Napito de echarse a la bolsa un dinerillo extra?
La minería ha sido un riesgo permanente y el desastre ocurrido en Coahuila destapó la cloaca. ¿Sindicatos, líderes, corruptelas, cinismo? O será mejor quedarnos con los enanitos y los cuentos donde los espejos hablan.