
No se trata de un boicot eso de evitar comprar productos de origen estadounidense este siguiente lunes, primero de mayo, día del trabajo... ¿o sí? Bueno, cabría razonar sobre la efectividad, si esto de verdad se llevara a cabo. Pues significa que ciento diez millones de mexicanos que se calcula existimos, nos abstengamos de abrir desde una lata de refresco Coca Cola hasta evitar encender un cigarrillo Marlboro, en cualquiera de sus cuatro versiones. Ya sé que se trata de una exageración, pues de esos millones habrá quienes prefieran otras bebidas embotelladas y otros que ni fumen. Si las compañías refresqueras establecidas en el país le dan trabajo a muchos congéneres pero a su vez las ganancias van a parar a las trasnacionales, sería bueno que en esos correos electrónicos que nos llegan a pasto nos indicaran que sí comprar.
No es que sea un pesimista. Los miembros de la Liga de los Ciudadanos Latinoamericanos Unidos aclaran que esto tratará de mostrar el poder económico que la comunidad latina tiene y representa para los Estados Unidos (aunque la frase parezca retruécano o juego quevediano). No se quiere ni se busca la violencia —con la que tenemos en tierras mexicanas es suficiente— sino condenar la probable aplicación de la ley Sensenbrenner que, como sabemos, pretende criminalizar a los migrantes. Pero como la palabra “boicot” es fuerte, ya son muchas organizaciones las que harán pasar por el tamiz del idioma y preferirse por la disimulada suavidad de “paro”. Boicot, paro e incluso movilización es una posibilidad que tiene a cancillería de México con los pelos de punta; justo el 1 de mayo, el señor Luis Ernesto Derbez se atrincherará en Washington, donde sostendrá reuniones con sus homólogos centroamericanos para debatir el tema de la migración.
Sobre este asunto la cancillería mexicana ya es muy clara. El lunes 24 de abril se reunieron con los 20 líderes mexicanos más influyentes en los Estados Unidos para solicitarles que el numerito del 1 de mayo no “contamine el debate migratorio en el Senado norteamericano”. Los líderes y los jerarcas católicos de las ciudades fronterizas dijeron que sí, pero no; pues hay organizaciones que calculan que un verdadero paro laboral afectaría del 25 al 30 por ciento, durante ese día, la economía del país del norte. Aunque Relaciones Exteriores hace entender que se trata de controlar para que no se registren disturbios. ¿Piensan que la comunidad latina y la mexicana en especial son lo suficientemente distraídos para no percatarse de lo que el mínimo zafarrancho provocaría? ¿O son ganas de inocular miedo donde hay decisión y conciencia?
Pero el 1 de mayo en México puede terminar en la farsa de cuando las autoridades dictaminaban ley seca: una noche anterior al fatídico día de sobriedad, las ventas de licor y bebidas de baja graduación alcohólica se elevaban considerablemente. Aunque esto no lo proponen las autoridades —creemos se trata de un movimiento de resistencia civil— será interesante enterarse, por ejemplo, de los líquidos gaseosos con que los sedientos trabajadores que han desfilado, se bajarán el taco que sus líderes convidan tras la marcha. La pregunta borrachil sería: ¿una cuba se puede considerar como tal sin el refresco que supone la chispa de la vida?