
Durante la inauguración del VII Encuentro de Estudiantes de Historia del Altiplano Central, organizado por la Universidad Veracruzana y cuya sede es la facultad de Historia, en la ciudad de Xalapa, los alumnos congregados recibieron del primer mandatario estatal una consigna de las que tanto le encantan: ponerse a escribir la historia de Veracruz. Bueno, no es que Fidel Herrera vaya por el mundo recomendando escribir y menos aún “historia”; pero como el numerito era para los historiadores, pues había que darles por su lado. Clap-clap-clap.
Por supuesto que es necesaria una reelaboración de la historia veracruzana si tomamos en cuenta que es parte de cualquier sociedad producir sus propias interpretaciones para comprender su pasado y quizá explicar los acontecimientos momentáneos. Pero eso de casi: “Órale muchachos” en una institución que a lo sumo forma profesores que explicarán algunos datos de los movimientos de independencia y revolución mexicana a un grupo de alumnos apáticos, pues mire usted, nomás es alebrestar a la gente. Y como eso de que todos se toman a pies juntillas y salen con la cancioncita de “es que nos lo dijo el gober”, no dude que los muchachos empezaron por...
Ándele usted, chamaco, deje las fotocopias a un lado y agarre un lapicito, cómprese una grabadora estilo reportero y hágale al Enrique Krauze. Vaya cual don Quijote por los caminos veracruzanos a comprender el mundo y el estado de las cosas.... Esto sucede cuando forzosamente los académicos metidos a administradores se empecinan en politizar los eventos que sólo corresponden a una comunidad de educación superior. Aquí habría que plantearle el reto a los profesores de las facultades, a la misma “autónoma” Universidad Veracruzana y a sus institutos de investigación. Preguntarles qué tipo de historia se hace y para quién se hace. ¿Acaso la población o el lector que consume lecturas humanísticas sabe de revistas como Ulúa? Y quizá nos responderán como uno de los personajes de Lista de espera, de Juan Carlos Tabío: “Una cosa es cantada y otra es chiflada”.
La idea de reescribir la historia del estado es muy buena. Lo malo es que mientras las palabras no aterricen en papeles andarán flotando por allí, perdidas. La idea es que cuando un impresor las convierta en grafías (letras) el trabajo se transforme en libro y no llegue a una bodega para servir de alimento a la tristeza que vuelve amarillas las pulcras hojas de papel. La idea, en el último de los casos, es que la consigna vaya en serio, porque entonces se requerirá que los futuros “licenciados en historia” le pierdan miedo a la caja de lápices y que algunos de sus profesores se ocupen de algo más que repartir antologías. Y si fuera polvo de pica.pica, que rasca y se extiende, probablemente la sociedad atisbaría con seriedad la utilidad que tienen las carreras humanísticas.
Y no, no es 28 de diciembre ni día del historiador. Simplemente me agradaría imaginar una enciclopedia de unos 14 volúmenes con la nueva revisión, visión y versión contemporánea de la historia de Veracruz.