
Llegó el ansiado primero de mayo y las calles de las principales ciudades norteamericanas que cuentan con una mayoría representativa de inmigrantes de origen latino cumplieron con la estrategia de mostrar hasta dónde puede llegar su convocatoria. La economía del imperio no se colapsó y luego del apoyo mediático que las televisoras mexicanas han dado al candidato oficial del presidente Vicente Fox, este puede andarse tranquilo; el Senado de los Estados Unidos no le va a jalar las orejas, ni la cola.. y mucho menos el presidente de la unión americana, Bush el loco. El famoso “boicot” si bien no cumplió con todas las predicciones funestas, mostró el lado razonable de una población considerada como de tercera categoría. Previo al gran día o al momento de causarle picazón a las barbas del tío Sam, comenzaron a surgir muchos dislates. Entre ellos, quizá una de las afrentas que dotó argumentos al ala más recalcitrante de los Estados Unidos fue la traslación de la letra del himno nacional de aquel país al idioma español. En la versión latina participaron un buen número de cantantes que, además de estar legalizados en su calidad de inmigrantes o ciudadanizados, decían previo a la primera estrofa: “Somos latinos, papá”. El presidente Bush, el loco, enseguida respondió que antes de exigir un trato de iguales, a la mesa debían sentarse con el mínimo para iniciar las posibles negociaciones: hablar inglés. (Si hace seis años hubiera ganado Francisco Labastida, candidato del Revolucionario Institucional a la presidencia de México, y de haber cumplido parte de sus promesas de campaña, al menos la mitad de los mexicanos tendría leves nociones de computación y del idioma imperial. La realidad es otra). Un buen número de analistas comparaba el “paro” con los organizados por la comunidad afroamericana, a mediados del siglo XX; otros sostuvieron que lo último eran las protestas organizadas contra la guerra de Vietnam. Pero muchos coincidieron en algunos puntos neurálgicos. El historiador y antropólogo mexicano Miguel León-Portilla, en un artículo editorial publicado el jueves 27 de abril en el periódico español El País, sostenía que si en 1847 México “...perdió entonces la mitad de su ser geográfico, una de las más grandes expoliaciones en la historia universal...” para mediados del siglo anterior (a partir de 1940) la explosión demográfica y la pobreza obligó a que un sector de las clases más vulnerables se sintieran atraídas a participar en el sueño americano. León-Portilla aclara que, en efecto, los Estados Unidos es básicamente un país formado por inmigrantes; pero aquellos que llegaron previo a la erupción latina, aceptaron adoptar el idioma inglés como su lengua oficial. Aunque también aclara que en cierta forma, el territorio sur del país de norte, donde hay una importante comunidad latina, pertenecía a México. ¿Esto nos llevará pensar en un reacomodo geopolítico? La verdadera repercusión no está en la superficie, que son las marchas y la aparente solidaridad de los que estamos fuera de los Estados Unidos. Una cosa fue evitar echarse un trago de refresco dietético, de comprar una dona glaseada o asistir a una gran cadena de comercio transnacional y otra la decisión que tome el Senado, si criminaliza a los ilegales, si les niega lo necesario para vivir con el mínimo de la dignidad humana. Por el momento se hizo un dulce milagro: al quitar lo imperceptible, la fuerza latina laboral, la hizo más evidente. |