martes, mayo 23, 2006

No sólo 23 mujeres

El tres y cuatro de mayo la violencia se desató en San Salvador Atenco, municipio que comenzó a figurar en la vida pública del país desde que el presidente Vicente Fox intentara la construcción de la nueva central aérea. Desde entonces nos enteramos que un grupo de campesinos se negaban a vender sus tierras por cantidades risibles y con machetes en mano, con filo o sin él, se pasearon tan campantes por las principales calles de la ciudad de México, a ver quién era el machito y guadalupano que se les ponía enfrente. Ahora, el pasado tres y cuatro de mayo el enfrentamiento entre policías y pobladores de aquel municipio del estado de México arrojó un buen número de detenidos, pero sobre todo, puso en descubierto uno de los puntos más flacos del sistema de seguridad nacional.
En primer lugar nos dimos cuenta la forma en que la población es manipulada con fines que van desde lo político hasta lo económico. La sombra del payaso Marcos, el débil pulso del gobernador de la entidad, Enrique Peña Nieto; la actitud grisácea del presidente de la república; el “sálvese quien pueda”, los zafarranchos, el tratamiento informativo que hizo, de un enfrentamiento, un “reality show” de los que tento gustan a los lacayos de las televisoras Televisa y Azteca. Y como es año electoral, como de cinco farsantes no puede hacerse siquiera un enano de circo, entonces la cloaca se abre más.
Las mujeres violentadas por los rufianes vestidos de policías: el gran tema de la semana.
En un país lleno de barbaries, tanto callejeras como políticas, los asaltos a la dignidad continúan. No se trata únicamente de señalar el atropello que sufrió un grupo de mujeres detenidas... y si un fragmento de la nota manejada por El Universal dice: “...se determinó que 16 mujeres sufrieron agresiones como tocamientos en el cuerpo y siete más habrían sido violadas por introducción de dedos, objetos e incluso sexo oral” la capacidad de asombro no conoce límites. Y digo que no se trata de lamentarse, porque el dolor que han sentido aquellas a quienes unos imbéciles (armados e investidos por el disfraz que atemoriza a los ciudadanos: de policías) ya desmadraron la vida, es un dolor que cala hondo, particular, es un ardor que se transforma en pena. ¿Les vamos a regresar la dignidad con palabritas?
Lo que debemos observar es una respuesta inmediata y tomar muy en cuenta, a la hora de sufragar, sobre quién está hablando de la seguridad, de la preparación del personal policiaco, del ejército... Porque fíjese usted, en una o dos colonias que siguen tras la mía, un grupito de vagos y buenos para nada decidió enlistarse en el ejército. La única diferencia fue que en lugar de andar con los pelos arreglados en punta, andaban bien rapaditos; ni las botas militares ni el toque de la diana los hizo, siquiera, pensar un poco más de la cuenta. ¿Y en su colonia hay casos de policías o soldados? ¿Y cuántas mujeres gusta usted que han sido violentadas con la placa policial de por medio? San Salvador Atenco es un caso que está en la mira nacional y repito, a esas 23 mujeres ya le han desmadrado la vida ¿y los millones que faltan?