
Inaugurada durante los últimos días del sexenio presidido por Miguel Alemán, el edificio que ahora ocupa la céntrica biblioteca Carlos Fuentes, moderna y con muy pocos libros para el volumen de la construcción, de unos años a la fecha ha sido fruto de algunas discordias. ¿Qué xalapeño asiduo a los cafés del centro de la ciudad no recuerda la campaña promovida por el reconocido antropólogo Roberto Wiliams García y otros maestros, para reunir firmas y derribar el último piso del citado edificio? Aquel movimiento llevaría por nombre: “Tuércele el cuello al cisne”.
Para los enemigos de aquel cisne de concreto, que de un edificio de departamentos pasó a ocupar oficinas de gobierno, el asunto era bien sencillo. Desde la terraza del parque Juárez, justo la que desemboca a la entrada del “viaducto” hay una vista espectacular del paisaje, donde se admira la serranía y la montaña del Cofre de Perote. El grupo de entonces argumentaba, papeles en mano, las menciones que muchos intelectuales y artistas hacían de aquella majestuosa vista. Pero que al construir al mentado edificio, pues se terminó. Un ejemplo de ello es “Los años con Laura Díaz”, de... paradójicamente, el escritor mexicano Carlos Fuentes. ¿Cómo la ven?
Los malos tragos pasaron, la idea de mocharle el último piso fue un mal sueño hasta que los aproximadamente 120 metros cuadrados que ocupaba la biblioteca de la Dirección General de Enseñanza Media, ubicada en el sótano del inmueble, fue resguardada a la vuelta de la esquina. Comenzó el rumor, gobierno del estado iba a construir una red de centros culturales, que comunicaría al citado edificio con el Ágora de la Ciudad (a resguardo del DIF); con la Pinacoteca Diego Rivera (a resguardo del Ivec) y los chistosos decían, que con las alcantarillas del Parque Juárez... Habladurías iban y venían, porque se trata(ba) de un inmueble, nada pequeñito ni despreciable, ubicado en el primer cuadro de la empingorotada capital veracruzana.
Cuando las siglas cambiaron; no por gusto, sino porque a “Enseñanza Media” le quedó solamente el cetro para las escuelas de Bachillerato, una industrial y una de enfermería, el organismo se llamó, como hasta el momento: Dirección General de Bachilleratos y Educación Terminal. Entonces se llegó a buen término el moderno edificio de la Biblioteca Carlos Fuentes y el resguardo pasa a manos de la DGByET. El acervo que se manejaba y que tenía cabida en 120 metros cuadrados, para el día de la inauguración, se repartió en aproximadamente 2000 (dos mil) metros cuadrados, más las obras donadas por la señora Magnani de Alemán. “Un gran regalo a los xalapeños” dijo Silvia Lemus, la esposa de Carlos Fuentes, al entonces gobernador Miguel Alemán.
El caso es que a la postre se trataba de mucha biblioteca para tan pocos libros... y como todo, se iría llenando. Eso pasa hasta en la biblioteca José Vasconcelos, ¿o que no? Pues ahora son 60 aproximadamente empleados con los que cuenta la biblioteca Carlos Fuentes, pero como se rumora, repito, se rumora, una fusión con la Biblioteca de la Ciudad (edificio tan insuficiente para el número de libros que se tienen en el inmueble de la calle de Juárez) 45 de los 60 tendrán que reubicarse en otros centros de trabajo, porque la Red de Bibliotecas tiene a su propia gente y como los acervos van a reunirse... Pero como reza un dicho: “ven burro y se les antoja viaje”. Seguimos el lunes.