
A san Antonio de Padua lo conocemos, por la iconografía religiosa, como: un hombre de rostro sereno, rosáceo, rapado a la usanza monacal, con ropas franciscanas (pertenecía a aquella orden), sostiene a un niño con su mano derecha mientras que su mano izquierda completa el abrazo, se trata de Jesús en su versión infantil. Pero como toda imagen, los historiadores del arte señalan que la interpretación del santo ha pasado por las etapas artísticas que van desde la Edad Media hasta nuestros días. Cada época tiene su propia concepción del tiempo y el espacio. Con ello debemos comprender que algunos “símbolos” cambian los valores promovidos o los pierden. Pero el icono actual es de un santo bonito y no del hidropésico que murió a los 35 años. Pues bien...
Ayer fue un día especial para los solteros, los dejados, los fetichistas, los románticos y los que buscan con ahínco a la otra parte de la naranja. Cuenta la leyenda que este santo lusitano nació en el año 1195 y que desde la adolescencia resistió a los embates de la pasión; es decir, que la “edad de la punzada” se la pasó por el arco del triunfo. Sus hagiógrafos le atribuyen una personalidad magnética y una elocuencia sin límites. Una anécdota dice que como en un pueblo sus predicaciones no tenían respuesta él prefirió irse a la orilla del mar y allí embelesar a los peces, quienes sí escucharon las palabras, a partir de entonces su fama comenzó a crecer.
Tras una vida de predicaciones, después de 1230 fijó su residencia en la universitaria ciudad de Padua (Italia). A pesar de la hidropesía su fama era cada vez más alta, al grado que sus compañeros debían protegerlo, pues a quienes acudían para escuchar a Antonio deseaban llevar un recuerdo a casa y fragmentos de su hábito servían para rememorarlo. Murió a los 35 años, un 13 de junio. A partir de entonces su “santidad” fue innegable... al grado que en Padua se le construyó una basílica dedicada, que significa peregrinaciones y obvio, ningún peregrino hace viaje con las manos vacías.
Dicen que quien le reza obtiene sus favores: encuentra objetos perdidos y consigue buenos matrimonios. Un dramaturgo versado en el tema de los milagros que cumple el santo me contó que tras su investigación se encontró con que cada 13 de junio las mujeres solteras solicitaban nueve monedas regaladas, mismas que servirían para ofrendarlas en la alcancía del santo, tras rezar cada una de las novenas. También se encontró con que a la imagen, en bulto, se le claveteaban nueve alfileres, con la finalidad de apurarlo para que les cumpliera el milagrito. En otros lugares, si también era una figura de bulto, se le escondía al niño y que Antonio, sin su amado Jesús, se apuraría a cumplir los caprichos con tal que se lo regresaran. Quizá la fórmula más sencilla era ponerlo de cabeza.
Una colega escritora me contaba que a una conocida suya (ajá, el cuento de siempre: “una amiga, no creas que soy yo”) le trajeron como recuerdo un san antoñito, de la mismísima basílica de Padua. Las indicaciones son traerlo en la bolsa, pero nomás no se ve claro. Continúa solterita. ¿No será que san Antonio ya está perdiendo el trabajo? A quienes la urgencia les quema los dedos se conforman con suscribirse a las páginas electrónicas que prometen encontrar al amor de la vida. Las ciber citas, que devienen en mega sorpresas e hiper fraudes. Y las sensatas ya no quieren boda. Y para colmo ayer fue martes, y 13. Día de mal agüero, ni casarse ni embarcarse.