
Mario Muñoz es un académico y un crítico literario de primera línea que desarrolla una buena parte de su trabajo en la Universidad Veracruzana. Cuando tengo oportunidad de charlar con él, vía telefónica o en persona, siempre hay fragmentos o ideas que no me gusta dejar al aire. Transcribo el fragmento de una plática que, al editarla para ser leída, el lector verá, se convirtió más en una entrevista.
¿Cuál es el panorama de la literatura mexicana?
Advierto un panorama muy amplio, diverso, heterogéneo. Es complicado describirlo en unas cuantas palabras. En este momento me parece, más que hablar de movimientos, escuelas o tendencias o géneros, yo creo que debemos hablar de escrituras individuales, particulares, de propuestas personales.
¿Podemos seguir refiriéndonos a las generaciones?
La cuestión generacional es azarosa, ciertas coincidencias de fechas, pero ya no podría referirme a un solo proyecto literario, a una cierta dirección ideológica, lo cual era más cómodo hacerlo con los escritores que empiezan a publicar en los años de 1950, con la generación del medio siglo, con los escritores de la Revista Mexicana de Literatura, o con los de la Onda o la Generación del 68, allí es más diversificada la propuesta literaria. Ya no hablaría con mucha precisión sobre “generaciones”. Me decanto por las escrituras personales, hay una multiplicidad de propuestas.
¿Esto hace un camino más complicado en el ascenso por la escalera de la literatura?
No creo. Esta diversidad está en función de la multiplicidad de los medios de difusión, impresos y televisivos, ahora tenemos amplitud en las comunicaciones. Incluso de los estímulos tan heterogéneos que hay para el escritor. También pienso en los públicos tan disímbolos con los que se puede contar en este momento; en la medida de las posibilidades de cada escritor puede hacer su pequeño mercado “editorial”; hay quienes ya cuentan con un lector cautivo, por decirlo de algún modo… hay escritores que ni siquiera lo tienen. Las posibilidades y limitaciones son amplias, desde luego. Esto provoca que el término “generación” ya sea elástico.
¿La nueva tarea del escritor es ubicar a sus lectores?
Yo creo que en este momento el escritor procura llegar a una audiencia lo más variada posible. En el caso del público mexicano el número de lectores escasea. En este momento el escritor genera una serie de discursos con miras a captar a un público diverso y amplio; desde luego, cada quien tiene la parte de suerte que le corresponde y todo depende de las habilidades para moverse en distintos círculos y de la atención que los mismos medios puedan y quieran prestarle.
¿No hay peligro de que el trabajo literario se convierta en circo de tres pistas?
Esa cuestión del “vedetismo” se ha dado en la literatura mexicana, en diferentes épocas y periodos. Desde luego que en este momento el fenómeno es más frecuente, con una situación distinta a la que se vivía en las décadas de los sesenta y setentas, cuando aún se pensaba en la literatura de compromiso o dirigida bajo una cierta orientación ideológica, una literatura que se encaminaba a cumplir un determinado papel político. Eran tiempos en que la gente de ideas avanzadas le apostaba al socialismo. Pero cuando todos estos proyectos se vinieron abajo y ya no existió la ideología mesiánica, el escritor se siente afectado por las mismas repercusiones sociales y económicas, que de hecho son las que nos dominan. Sobre todo si tomamos en cuenta de que todo se mueve bajo un patrón comercial, fundamentalmente. Frente a esta conceptualización de una sociedad consumista, mercantil, gobernada básicamente por la oferta y la demanda, esto afecta a todos los órdenes de la vida, no sólo de la literatura. Incluso, la enseñanza básica y la superior están bajo este sistema de reglamentación.