lunes, agosto 28, 2006

Libreros universitarios y otras fiestas

Patricio, Rafael Antúnez y Juan Villoro
La segunda jornada de la FILU en Xalapa convocó a un foro de editores del libro universitario. Fueron aproximadamente nueve horas (con sus respectivos recesos) que transcurrieron para dar cabida a cuatro mesas de trabajo y dos conferencias magistrales. Y ocurrió como bien lo dijo Nina Crangle —una de las organizadoras del foro y ponente en la cuarta mesa— que tratándose de ferias, a lo que todos hemos supuesto que de libros, congresos y eventos similares, lo que sucede es el fomento al “turismo universitario”. Y aquello porque si bien fueron veinte personas las que expusieron sus puntos de vista, necesidades, fobias y ambiciones durante unas, repito, nueve horas, la asistencia al Auditorio 1 del Museo del Transporte jamás levantó arriba de las sesenta personas.

El resultado es probable dada la agenda de la FILU para ese día, sábado 26 de agosto. Desde temprano, el poeta nicaragüense Ernesto Cardenal se lucía con una conferencia de prensa y sólo hizo de pronóstico para las ovaciones que recibiría cuando a media tarde se presentara con un recital poético. Pero también se esperaba la firma de libros por parte del maestro Sergio Pitol y amigos: Juan Villoro, quien presentó un libro y Enrique Vila-Matas. Y por si fuera poco, se añadía el atractivo de la transmisión en vivo del programa de televisión del Canal 22, “La dichosa palabra”, que su audiencia la tuvo, como siempre, pero los descorazonados que iban para conocer en persona a la chulapa Laura García, pues se regresaron a sus casas con las ganas de haber saludado a la filóloga madrileña.

Quizá por lo escrito anteriormente y por otros motivos que uno desconoce, el Foro de los editores del libro universitario no tuvo la audiencia multitudinaria, aunque sí constante. Pero los asistentes discutieron y en serio, las perspectivas que advierten con relación al tema de producir libros para estudiantes del nivel superior. Es verdad que editar mil ejemplares con un título así: “Transformaciones sociales y acciones colectivas: América Latina en el contexto internacional de los noventa” jamás tendrá el mismo impacto que vender veinticinco mil ejemplares que prediquen: “Diez kilos menos en treinta días”. O libelos que nos cuenten de las proezas sexuales de un artista de cine y telenovelas que se estrena en el mundo de la decadencia. Pues no, nunca se venderá igual un libro dirigido a estudiantes de quinto semestre de la licenciatura en Ciencias Químicas que un material escrito y editado para que el lector “pase el rato”.

El dilema del huevo y la gallina, por supuesto; pero no por eso vamos a ensañarnos con los libros universitarios y decir que como no dejan ganancia, pues sería mejor dejar de producirlos. Y para quienes aún no quieren advertir lo agudo, o el peligro que supone siquiera imaginar a generaciones de estudiantes universitarios que egresan sin haber leído un libro —y libro relativo a sus estudios, dejemos las novelas de Fuentes o de Vargas Llosa por un momento— voy a transcribir sólo unos cuantos datos que pude tomar de la conferencia ofrecida por Miguel Ángel Porrúa... viene el párrafo siguiente...

España produce 30 libros por cada libro que se produce en América Latina. Más del 60% por ciento del libro en español, se edita en la península española. En México contamos con la mejor feria del libro del mundo hispanohablante, la FIL de Guadalajara, pero cada vez se cierran más librerías. Tenemos un proyecto editorial con aspiraciones suizas, pero con un servicio de Islas Fidji. Cuatro son los grupos editoriales que dominan el mercado del libro en habla hispana: Planeta, Santillana, Plaza y Janés y Anaya (cada uno cuenta con “editoriales”; un ejemplo, las de Santillana: Taurus, Alfaguara, Punto de lectura, etcétera). En México hay, formalmente establecidas 400 librerías, de las cuales, 78 pertenecen a la red EDUCAL, propiedad del gobierno... Hasta aquí.