viernes, agosto 18, 2006

Monólogos

Foto: Priscila

No es verdad que me llamo Adelina ni que tengo veinte años. Se lo he repetido a todos y creo que nadie está dispuesto a creérmelo. Como tampoco lo están si les cuento que en los últimos días he estado frente a la pantalla de la computadora, conectada a Internet, entrometiéndome en todas las charlas electrónicas preguntando si alguien conoce a Adolfo Guerrero. Les da por contestarme cualquier estupidez y mandarme, con toda la simpleza del mundo, en cualquier idioma, a: chingar mi madre. ¿Pero quién le puede creer a una loca que sale a la calle con la blusa desabotonada? Supongo que nunca te ha pasado. Lo mío no fue descuido... lo disfruto. Sobre todo en estas épocas de frío, cuando los pezones se ponen duros al primer contacto con el aire. Ah, no hay quien te quite ese placer de ser vista, observada, de estar trascendiendo de la jovencita pálida a la artista de cine pornográfico que uno de los tantos cerdos que te miran se imaginan. No lo piensas, lo haces. Gozas porque estás ocupando su atención y tienes uno de los escasos privilegios existentes: acaparar el pensamiento, obligar a imaginarse lo más impúdico a quien te observa; te sientes desde un estricto personaje de Henry Miller hasta la puta más desacreditada, la de pechos más vistos que mejillas acariciadas. Es para morirse riendo, no de risa, es distinto. Dirás que estoy loca, mi consuelo es que hay peores.

Camila sentada en el suelo detrás de una silla favorita y su cuerpo apenas iluminado por una luz débil, con tenues azules que brindan un poco de color, aunque frío, a la bata traslúcida que viste; sus pies descalzos...

—¿Te has percatado de la neblina cuando parece que el bosque más cercano deja de existir? ¿Has leído poemas de amor, tan viejos que parece nunca habían sido hallados por nadie y sólo tú eres capaz de rescatarlos de tanto olvido? ¿Cuántas veces deseaste o llegaste pedir a la vida que te permitiera la ilusión de imaginar a un crepúsculo hondo, con la sensación de infinito? Pensarás que estoy loca o que soy una desocupada, en el mejor de los casos; una frívola, si te apetece la exageración. Es verdad, a muchos les preocupa más saber el destino propio o el de sus personas allegadas, queridas que estarse liando en esto de los crepúsculos y las nieblas vespertinas y los poemas. Si me vieras encendiendo un cigarro tras otro y que junto al cenicero veo arder la paja de incienso con aroma a rosas y que espero semidesnuda o a medio vestir la llegada de ya no sé quién. Entonces sin dudarlo, te secarías una lágrima al conocer que así pasaron ya cinco días; hoy corresponde, en unas tres horas, al sexto. Ya no puedo decir que me encuentro fresca o tranquila. ¿Ves los hilos de sangre en mis ojos? Cualquiera diría que estoy ebria o drogada; es más fácil que preguntar. ¿Conoces a alguien quien se entienda con el alemán? Si lo pregunto es porque casi aprendo de memoria cada palabra de los coros hechos por los niños con las letras de Bach. Si lo pregunto también se debe a que es la única música que me ha hecho de acompañante durante mi encierro. Cantos barrocos, de esos que sólo escucha la gente rara. Que no te dé miedo, puedes acercarte y de paso te enteras. Aunque oiga esto, también me entra la emoción con la letra de cualquier canción de moda; igual que a ti me da por añorar las cosas perdidas, porque estoy segura que lo haces. ¿Sabes? Cuando me siento así, como estoy ahora, prefiero una melodía suave. Acaso no entiendo en absoluto lo que dicen, pero me consuela pues significa que acompañas a un sufrimiento... escuchas y escuchas hasta la aturdición hasta que oportuno, viene el hartazgo, es la palabra, un cansancio que viene tras la visita de la melancolía.