viernes, septiembre 01, 2006

Nahuib Mahfuz


Escasamente conocido por el público de habla española, el escritor árabe gozó de mayor fama entre los mortales que hablamos este idioma cuando Paz Garcíadiego convenció al cineasta Jorge Fons sobre llevar al cine una de sus novelas. Cuenta la guionista que una amiga le recomendó leer una novela llamada “El callejón de los milagros”, de un tal Naguib Mahfuz y le prometía que se iba a divertir, pero en serio... así fue, la semejanza de El Cairo con la ciudad de México no era tan abismal, pese a la distancia que hay entre el mundo árabe y el católico latinoamericano. El esplendor del centro venido a menos, las clases pujantes que sueñan con acceder a los lujos, la vida de barriada.

Cuando Fons se dejó encantar por las posibilidades que Garcíadiego le pintaba e iniciaron las averiguaciones, dieron tumbos al enterarse que se trataba de un premio Nobel. “Van a querer carretas de dinero por los derechos para la película”, dijo Garcíadiego (en una entrevista) que le comentó un director desanimando. ¿Y que cómo lo contactamos? Pues que dicen que con un agente que vive en Madrid y tiene los derechos para la obra traducida. Y rascando como gallinas, se enteraron que el señor ya estaba entrado en años y que a pesar del premio era un tipo accesible. Papales por aquí, firmas, algunos viajes y al fin la cesión de derechos para rodar una de las cintas que ahora figuran en los catálogos del mejor cine mexicano, “El callejón de los milagros”, escrita por Mahfuz en 1947 y filmada por Jorge Fons en 1994, misma que le valdría un Ariel en 1995 y un premio Goya, en 1996. Pero los coqueteos de las novelas del escritor ya habían hecho lo suyo para con los directores nacionales, pues en 1993 Arturo Ripstein filmaba “Principio y fin”.

En la solapa del libro “Festejos de boda”, editado por Plaza y Janés en 1997, con la traducción de María Luisa Prieto, se lee: “Naguib Mahfuz nació en 1911 en el barrio cairota de Gamaliyya, escenario de alguna de sus obras. Publicó su primera novela, situada en el Egipto de los faraones, en 1939, y desde entonces ha escrito más de sesenta obras, muchas de las cuales han sido adaptadas al cine. Considerado por la crítica como de uno de los mejores escritores árabes de todos los tiempos, tras la obtención del Premio Nobel de Literatura en 1988 se convirtió en un autor admirado y seguido por los lectores occidentales. De sus obras traducidas al español destacan El espejismo, El ladrón y los perros, Las codornices y el otoño, El mendigo, Un señor muy respetable y Noches de las mil y una noches, todas ella publicadas por Plaza & Janés”. Habría que completar sus datos biográficos con las líneas: murió el 30 de agosto, en El Cairo, a los noventa y cuatro años de edad.

En lo personal, Mahfuz me atrae como un escritor que sabe hacer de sus novelas verdaderas salas de espejos. La historia es contada cuatro veces, lo que nos confiere cuatro versiones y visiones de los hechos. Y en “Festejos de boda” por ejemplo, se cuenta la historia de Abbás, un joven que empieza a despuntar con cierto éxito como autor teatral. Y cuando su familia asiste para ver la función, pues se arma la-de-Dios-en-la-tierra, ya que la materia de inspiración del joven dramaturgo son los problemas que ve a diario en el mismo seno del hogar y allí están, a vista de todos, los secretos más íntimos y sórdidos. Pero el mismo Abbás, cuando le corresponde el turno, dice que a veces es mejor conocer la verdad que impedirla.

Me despido con un fragmento de la cuarta parte de “Festejos de boda”, que corresponde al dramaturgo Abbás: “A solas recordé su contacto [el de su madre] y, de mi infierno interno, surgió una idea: esa antigua casa que mi abuelo había construido con el sudor de su frente se había convertido en un prostíbulo. Ésa era la idea.Él único indicio que tenía de que podía resultar un éxito era la temblorosa alegría que penetraba en mi ser. ¿Serviría ese argumento de base para la obra? ¿Puede haber una obra sin amor?”