lunes, septiembre 04, 2006

Silbatos, 87 días y pato al chilmole

Foto: JAG
Lo acontecido el día primero de septiembre en el palacio legislativo de san Lázaro, además de mostrar la crisis política que vino tras los resultados de la elección presidencial el dos de julio pasado, no muestra a un Estado al borde de la quiebra, sino más bien a una administración endeble que cuenta, de manera regresiva, los días que le faltan para dejar los encargos públicos. Para que se llegue el primero de diciembre, fecha en que se supone el presidente Vicente Fox entregará la banda presidencial a quien le suceda en la administración federal, faltan aún demasiadas sorpresas y exactamente ochenta y siete días.

Quizá el saldo que deja un presidente —elegido de manera democrática— en el último año de su gestión, no permite pasar revista, de forma rápida, a los otros cinco años. Dos mil seis ha significado la caja de sorpresas: el descarado mangoneo que ejerce Martha Sahagún, Pasta de Conchos, el conflicto de Michoacán, la banda de los “Marthitos”, los problemas y el estado de sitio en la ciudad de Oaxaca, la violencia que asola al territorio nacional (ejecuciones y bombazos, además de los secuestros) y para cerrar con broche de oro, la elección puesta en duda.

Aquí convendría recalcar que si los resultados de la votación hubieran satisfecho a todos los participantes en la contienda, los otros males del último año estarían minimizados, aunque no por ello desaparecerían, como por arte de magia. Es decir, si los mexicanos en promedio opinaran que Vicente Fox es un presidente que permitió la transición del poder de manera clara, legal, los estertores y lamentos por lo “otro”, o la cara real de México, ni se escucharían debido a la fiesta nacional. Pero como las acciones emprendidas por la actual administración han tenido puntos negativos y el broche o el colofón es tan cuestionado (declarar virtual ganador a Felipe Calderón), la cola que pisa el primer mandatario es casi tan grande como la desarrollada por los “dinosaurios” que estuvieron setenta años en el poder, un poder absoluto y que permitía igual o mayor número de los desmanes cometidos en los últimos cinco años y medio.

Hace tres días el presidente que en el año 2000 prometió usar botas para aplastar a las alimañas encontradas a su paso, se conformó con llegar al vestíbulo del Congreso, permanecer siete minutos y salir como dirían en un pueblo: “Corre y corre como pucta conejo”. ¿Es un pronóstico de lo que va a suceder el primero de diciembre? Esta vez fueron 58 palabras las que pronunció y ahora sí, es la palabra adecuada, el “pitorreo” generado por 128 silbatos de árbitro que usaron los legisladores del PRD, le impidieron decir más. Con un yo quería cortejarlos pero ustedes no se dejaron, se dio media vuelta y tan digno y tan alto, que no altivo, emprendió la retirada.

Pero a estas alturas ya el presidente no querrá queso sino salir de la ratonera. Si Vicente Fox, ciudadano con trabajo de presidente (que eso nos quede claro a todos y por el que venga también. Las cosas se transforman cuando vemos, por ejemplo, que un arzobispo, en el fondo es un cura, pero más aleccionado) no lee libros —porque le valen madres— y tampoco periódicos, pues que Martha le sintonice el canal 22 este miércoles, se estrena el programa que conducirá Guadalupe Rivera Marín, la hija de Diego Rivera y que llevará al televidente por los secretos de la cocina mexicana. Ahí tienen ustedes que don Vicente, sin chamba de mandatario, allá en el rancho, se pone a desplumar patos mientras doña Martha licua ajo y chile pasilla para aliñar un sabroso pato al chilmole y comer como Dios manda.