miércoles, octubre 11, 2006

Policías y ladrones, al papel


La tradición inmediata de escritura de novela policíaca en México corresponde a Paco Ignacio Taibo II. Su personaje Héctor Belascoarán ha traspasado la zaga de novelas y llegó a la pantalla grande, encarnado por un Pedro Armendáriz (hijo) que lució poco y con ello logró que la intención por fundar un cine “negro” nacional terminara en un remedo de película de ficheras, pero con argumento. Sin embargo la intención del segundo Taibo no se puede evaluar por los resultados de un filme, cuando su necedad apunta a que una de sus obsesiones literarias es el género policial —para muestra sólo vale mencionar La semana negra, que se celebra anualmente en Gijón. No querrá decir que sea el único, hace casi un año Sergio González Rodríguez iluminó las librerías y las cajas registradoras de las librerías Gandhi y Sanborns tras el lanzamiento de su última y quinta novela “La pandilla cósmica”, de la que el autor dijo que la mitad es realidad y la otra ficción.

Con lo anterior he querido permitirme una breve constancia de que en México la literatura policíaca es un género que si cuenta con escritores, pues claro está que debe contar con un buen número de lectores. Y la operación cierra si pensamos en que los editores muestran interés por la publicación de estos materiales. Conclusión: aún es negocio dedicarse a resolver crímenes, aunque sea en papel.

Es probable que esto lo hayan comprendido desde el corazón del Instituto de la Policía Auxiliar y Protección Patrimonial para el Estado de Veracruz (IPAX). Probable y extraño, porque a los titulares se les ocurrió convocar a un concurso de novela y cuento policíaco, abierto a escritores residentes en territorio mexicano. No van solos, es cierto, pues se han apoyado en instituciones culturales a nivel estatal y nacional y en resumen, pues que el mosquito del género negro ya está picando a muchos —las bases se pueden consultar en la página electrónica ipax.gob.mx— que tienen como plazo de entrega hasta el día quince de diciembre del año en curso. La carnada es atractiva: cincuenta mil pesotes y la publicación de la obra, en el caso de novela; veinticinco mil, en el caso del cuento ganador y otros pilones para segundos premios y menciones honoríficas.

Menudo lío será el del jurado, pues del plazo de recepción de trabajos al de premiación sólo dista un mes, días que coinciden con el calendario más festivo del año. Pero los concursantes tienen la certeza que la espera no será demasiada; de acuerdo con la convocatoria, los premios se entregan el día treinta de enero de 2007, y para entonces ¿ya estarán editadas las obras ganadoras? Bueno, responder a la pregunta ya es buscarle peras al olmo o la clásica búsqueda de los tres pies al gato. Eso ya lo veremos y también el asunto de que si este será un premio anual, bienal o religioso —sobre lo último, me refiero a esos que suceden cada vez que Dios quiere.

Lo que va a ser interesante es observar la respuesta que tenga la convocatoria. Claro, no constreñirnos a que el imaginario del país sólo puedan habitarlo los émulos de Gervasio Robles Villa (El Pantera, ¿se acuerdan de la historieta?). ¿Quién nos dice que frente al teclado de un ordenador no trabaje ya un Georges Simenon a la mexicana?