martes, diciembre 12, 2006

Recuentos de Guadalupe

Foto: Carlos Cano
MADRE:
Apenas terminó la fiesta, limpiamos la casa que nos habían prestado y nos abrazamos para desearnos que el próximo sea el mejor de los años. Con la casa entregada y limpia y con las once de la noche encima y la brisa xalapeña con su neblina, nos fuimos al barrio El Dique, o “Los lagos” como le decimos los estudiantes, Bueno pues fuimos a la Guadalupana. Fue bonito, por eso te lo escribo. Aunque Enrique tuvo que abrazarme fuerte, porque sabes el miedo que causa andar en las aglomeraciones. Me gustó ver cómo la gente va con toda su fe. ¿En quién más? Es una imagen que les sugiere precisamente una maternidad, en esa Virgen embarazada a punto de parir un hijo indio. "Pinches españoles aquellos de la conquista, clavaron espadas y cruces a diestra y siniestra, como se dice".

MADRE PURÍSIMA:
La fiesta es muy curiosa. Se supone la celebración de un gran día, magnífico; el más importante del calendario religioso mexicano. Yo estaba aturdida con tanta gente y creí que jamás llegaríamos al altar. Pero al final nos costó menos trabajo entrar a la iglesia que caminar por las calles donde están los vendedores de comida. Ya supondrás que hay de todo: desde ancianas convencidas en su feligresía hasta borracheras interminables.

Me acordé de ti, observé tu rostro en muchísimos cromos, pero casi no reprodujeron tus ojos. Muchas cartulinas de colores fosforescentes decían que dos tacos de bistec con queso manchego valen seis pesos. Qué curioso, pronto conmemorarán que hace unos doscientos años que tu imagen sirvió como ánimo para que mucha gente siguiera a un cura; fuiste bandera emergente de un pueblo que aún no la tenía. Y bueno, digamos que es la versión conocida, porque la cúpula de la intelectualidad afirma que el cura jamás usó tu imagen. Pero digamos que el asunto es más romántico y entre futbolistas y políticos te has convertido en la Patrona de México que viaja a todas partes. Dice Enrique que es tu protección, que siempre cuidas a “tus aztecas en donde anden los cabrones”.

MADRE CASTÍSIMA:
Algo especial siento cuando nos aproximamos al templo. Observo mis zapatos con suela de cuero. Una señora arropa a su niño, que tendrá acaso un año, con un rebozo de color gris (y se me forma un nudo en la garganta porque recuerdo el que compramos en la feria, en la sección de artesanías).

Llega una peregrinación. Las señoras vienen tiritando, los señores con sus cachuchas. Un muchachito me sonríe y quedan descubiertos sus dientes: marchitos, amarillentos, deformados y con caries. Sus pupilas chiquitas y rojas, su aliento a muchas horas de aguardiente.

MADRE DEL BUEN CONSEJO:
Enrique insiste en hacernos una fotografía junto a las escenografías que recuerdan al cerro del Tepeyac, puestos de hortalizas, ya sabes. Bueno, elegimos donde tenían un pony, conejos y polluelos muriéndose por el frío. Claro, primero tuve que aceptar su manía de historiador y buscar un fotógrafo que incluyera la leyenda: Recuerdo del 12 de diciembre. Sonreí con mi mejor cara para la fotografía. Clic.

MADRE DE LA DIVINA GRACIA:
Vamos de regreso a la calle donde quedó estacionado el auto. En la ruta de los vendedores ya habíamos decidido tomar una vía alterna y caminar por donde no hubiera aglomeraciones.

MADRE CONCEBIDA SIN LA CULPA ORIGINAL:
¿Por qué lloré? Le dije a Enrique que se fuera; no tenía ánimos para hacer el amor. ¿Por qué me siento mal? ¿De quién es la culpa?