Aunque en Latinoamérica las “raíces” culturales de fundación y origen que explicaban el mundo, antes de la llegada de los españoles, están relegadas a los escasos grupos indígenas que quedan, hay “genes” de esas historias que aún perduran en nuestra mentalidad. El hombre prehispánico, es un dato que coincide en las culturas de Mesoamérica, está creado de maíz; esa es su única y verdadera sustancia.
En la región de influencia maya —sur de México, a partir de Chiapas hasta los territorios de El Salvador— el origen del hombre tiene explicaciones basadas en el ensayo-error por parte de sus dioses. Se dice que cuando las divinidades se reunieron para crear el mundo, hicieron todo cuanto conocemos y con la finalidad de completar su obra, crearon a seres vivos para que recordaran que el mundo que los rodeaba era un acto consumado por dioses a los que se debe adorar; pero aquellos seres no tenían el don del habla, sólo croaban, ladraban, graznaban... Aquellos dioses no tuvieron la precisión de crear a los hombres.
Se reunieron por segunda ocasión y formaron, con lodo, al hombre. El problema era que esos seres no tenían memoria y cuando sobrevino una inundación, aquellos seres, frágiles, se anegaron y desaparecieron para siempre. Por tercera ocasión los dioses acordaron crear hombres, pero esta vez, para evitar que se disolvieran con el agua, los idearon de madera. Pero la obra no era perfecta, aunque los seres de madera permanecieron durante más tiempo sobre la tierra y lograron reproducirse, no tenían corazón y por lo tanto, estaban faltos de todo sentimiento. Aquella raza se extinguió y cuando no quedó otro ser para adorarlos, se reunieron por cuarta vez. En esta ocasión, Ixmucané, la divina, la formadora, la abuela, molió granos de maíz amarillo y blanco. Con aquella mixtura formó a los hombres definitivos.
Hasta el momento, nos percatamos que a diferencia de la cultura que a partir del siglo XV conquistó y colonizó los territorios americanos, la coincidencia entre las culturas anteriores era que compartían el maíz como un alimento básico en su dieta y además, como una parte fundamental en la explicación de sus orígenes (mitos). Con los españoles llegaría el trigo y el mito de que el hombre fue creado a partir de la tierra: “En polvo eres y en polvo te convertirás”. Al implacable y guerrero dios de la Biblia, del que se narra en el Antiguo Testamento, no le gustaba eso del ensayo-error y como era más ocupado (en otras mitologías son varios dioses que ayudan en la formación del mundo), pues nada más se conformó con su versión de hombres de barro. Aquí fue lo contrario.
Para el hombre mesoamericano su sustancia es fina maza de maíz. Somos y vivimos de un alimento esencial que tiene el color dorado de la aurora. Y a pesar de que aquellos mitos explican que de allí surge nuestra carne, los dioses fueron recelosos para entregarnos aquel fruto. Es en las zonas de influencia maya donde se cuenta que los granos de maíz los descubren, primero, los animales y son los hombres quienes o bien les piden que les digan dónde se proveen de tan exquisito alimento o simplemente los espían o mandan espías para dar con el sitio donde crece la planta. Hay mitos que dicen que era un gato montés quien tenía el secreto y entonces los hombres le echaron una pulga en el lomo y la vuelta del gato y obviamente la pulga), ésta les mostró el camino. Otros mitos narran que fue un cuervo y un pájaro carpintero. Pero lo definitivo es que la planta emerge de una peña situada en la punta de un gran cerro, y hace falta “picar piedra” para tener los primeros granos del alimento que cuando está maduro, se parece tanto a la aurora.